Conocí
a Fernando Lillo en un curso en la ciudad de
alcarreña de Pastrana cuando ambos éramos jóvenes profesores que empezaban en
sus carreras didácticas. Aquel maravilloso curso en el que estaban ponentes de
la talla de Moralejo o José Luis Vidal y que versaba sobre Virgilio nos dejó un
recuerdo imborrable porque, además de los contenidos, magníficamente
desarrollados por tales eminencias, dormíamos en el convento de monjas en donde
Moratín escribió
El sí de las niñas. Todo este rollo viene a cuento de
que he releído (ya estoy en edad de releer), pero esta segunda vez en gallego,
su libro
Teucro, o arqueiro de Troia. Os lo recomiendo porque
Fernando
nos introduce en la guerra
de
Troya y, con acierto, nos va narrando
las aventuras de Teucro ante las murallas de Ílion siguiendo la
Ilíada y
la
Eneida. Luego, nos lo lleva a la Nueva Salamina con Eúne y termina
fundando Helenes, mi Helenes del alma.
Para otra entrada, os dejo el contar
por qué se llegó a pensar que un troyano fundara Pontevedra. Ya os hablaré de meine Quellen cuando
éstas tengan limpias aguas porque aún están algo embarradas. Hasta ese momento sublime para mí y para
otros cuatro, leed a Fernando Lillo y no me leáis a Ruiz Zafón por mucho que
hable de ángeles porque si los ángeles de Rilke eran terribles los de Zafón ni
os cuento.
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