Decir que Thomas Mann escribe bien es algo absolutamente
tópico y no creo que nadie nos reconozca como descubridores de un nuevo mar
Mediterráneo. Pero lo que nadie nos puede quitar es el placer que procura su
lectura. En esta ocasión, han sido tres cuentos (más bien nouvelles) las que leído. La primera es Señor y perro y, en ella, Mann demuestra su maestría pues el relato
es “tan sólo” la relación entre un amo y su perro. Pongo comillas en tan sólo
porque ahí radica la maestría del alemán: en saber elevar un asunto en
principio poco prometedor a una obra maestra en la que vemos la psicología del
amo por los comportamientos del perro. El segundo es Tonio Kröger del que tanto
se ha hablado que todo lo que diga es redundante. Tan sólo decir que es uno de
los mejores relatos que he leído nunca en mi vida lectora. El tercero, Tristán es
otra obra maestra de este escritor con la que se prefigura lo que será su Montaña mágica. En definitiva, literatura
de altísima calidad que produce un disfrute de clase óptima. Un delikatessen para el que aún guste de la
auténtica escritura inteligente.
Se agradece la recomendación porque uno está tentado a arrinconar estas obras menores de Mann y quedarse con lo que le ha hecho famoso, la montaña, Venecia, los Buddenbrook y demás.
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