Si uno tuviera el privilegio de elegir sus
vacaciones, que en la niñez por falta de
albedrío y en la madurez Por otras razones es algo casi imposible, elegiría
esas maravillosas vacaciones provenzales de Marcel Pagnol cuando era un niño y
acompañaba a su padre y a su tío Jules a cazar les bartavelles. Sólo el viaje, tan épico como los que hacíamos nosotros
a Marín y que duraban catorce horas
largas, ya merece la pena vivirse en este maravilloso libro, primero de una tetralogía,
que lleva por nombre La gloire de mon
père y en el que Pagnol demostró que, además de ser un gran dramaturgo, era
un gran prosista. No sé si existe traducción al castellano, pero su lectura en
francés me ha reportado unos días felices cazando perdices (perdón por la rima)
por los montes de Aubagne. Merci, Monsieur
Pagnol et à bientôt!
No hay comentarios:
Publicar un comentario