Para
mí, Sanabria siempre fue esa tierra de nadie antes de entrar en la Galicia
llena de castañares y de carballedas; fue esa tierra con sus casas de piedra y
sus tejados de pizarra, con Lubián y Astureses que tenían aquellos bares en
donde paraban los camioneros a comer, algo que siempre era garantía de una
cocina no como la de Ferrán Adriá ( ni falta que hace), pero sí de esa cocina
casera que “tumba” nada más abrir la puerta y oler a ese caldo sanabrés que se cuece
en sus pucheros. Sanabria es una hermosa tierra que, como Ennio, el poeta
latino tiene tria corda, es decir,
tres corazones. Digo esto porque en Sanabria se habla leonés, se habla sanabrés
y se habla gallego allá por Lubián, Porto y Calabor, lindando éste último pueblo
con Portugal y dando nombre a la frontera. Los sanabreses tienen un acento que
recuerda mucho al de los gallegos y preparan un pulpo a feira tan exquisito como el de O Carballiño. Además tienen
buenos gaiteros, bonitos romances y no faltan tampoco las buenas frutas y la
ternera sanabresa con denominación de origen. Sanabria tiene un lago glaciar y
en sus orillas Ribadelago, el pueblo mártir, y San Martín de Castañeda, a donde
se iba don Miguel de Unamuno a escribir poesía y en donde ubicó su San Manuel Bueno, mártir. Además, y por
si fuera poco, el lago alberga una ciudad sumergida, Valverde de Lucerna , con
la que han tenido el buen gusto de bautizar al Instituto de Bachillerato y que
espero que con la LOMCE no se acabe llamando Puebla de Sanabria 1 o alguna cosa peor. Y
para no resultar pesado, os diré que Puebla alberga un castillo encaramado a una
roca que fue de los Pimentel, que eran
condes de Benavente, y que desde el
castillo se ven las tres carreteras por las que yo pasaba, paso y pasaré Deo volente: la vieja, justo debajo del castillo;
la nueva que se hizo con los accesos a Galicia a mediados de los setenta y la
autovía de las Rías Baixas como poniendo la guinda al pastel de las vías de
comunicación de esta tierra de nadie. Cuando yo conocí Sanabria, aún andaban
por las carreteras las stridentia
plaustra virgilianas y el pan de centeno dejaba su sabor en el paladar como
señal de que ya estábamos entrando en otra tierra diferente. Sanabria tiene
tantas cosas que yo no sé que estáis haciendo que no os vais preparando la
maleta para iros a pasar unos días en tan noble y excelsa tierra.
lunes, 28 de septiembre de 2015
EL ABUELO Y LA NIETA
Viendo
Sangre de mayo, serie de Garci que,
basándose en Galdós, traza un dibujo de la España de 1808 con la entrada de los
franceses y el previo motín de Aranjuez, salen Máiquez, en interpretación del
difunto Carlos Larrañaga, y Comella, el comediógrafo con el que Moratín tenía
sus más y sus menos. Comella, el pobre, ya no ocupa ni la letra pequeña de los
libros de texto, pero curiosamente (o no tan curiosamente pues la Ilustración
no era patrimonio de Moratín) trata en la obra que he leído, El abuelo y la nieta, de la “mala
educación” que recibían las señoritas a finales del siglo XVIII que eran, poco
más o menos, como una muñequita que sabía tocar el piano, decir algo en francés
y ponerse el miriñaque. Esta preocupación por la educación es propia de la
Ilustración por lo que no tenemos que ver al pobre Comella como un butifarrero.
La comedia tiene partes cantadas y con música y partes recitadas y, todo hay
que decirlo, aunque no sea una obra maestra, se deja leer y supongo que en su
época distrajo mucho e hizo pensar y reír a las gentes que la vieron en el
teatro. Escrita por un catalán en castellano (otro maldito traidor a la santa
causa, diría el señor Artur Mas) me ha reportado un ratillo agradable mientras
el verano de 2015 iba diciendo adiós y las piscinas, con el viento de
septiembre, cerraban sus puertas y tapaban sus aguas.
ESTHER CALZADA Y GERMÁN GAMAZO
Confieso
que siempre me ha gustado leer historia y que autores como Salustio, Manuel
Fernández Álvarez, Fernando García de Cortázar o el doctor Marañón en sus
trabajos históricos me han hecho disfrutar igual o más que con una novela. La
lectura de Tito Livio en latín me inició en el camino de la novela histórica
que, la verdad, o es muy buena, o es preferible leer historia y no aguantar a
cualquier pseudo escritor que con poner el verbo en final ya se cree que habla
en “medieval”. Tampoco puedo negar mi disfrute con esas maravillas que son los
Episodios Nacionales de mi don Benito. Pues bien, si hago pública esta confesión
es porque he tenido la fortuna de leer el libro que la profesora Calzada del
Amo le dedica a don Germán Gamazo y que me ha ocupado estos días de septiembre.
Cuando hace unos días lo acabé, tuve la pena de que la profesora Calzada no
hubiera escrito un poco más y me hubiera seguido haciendo sentir la maravilla
de su trabajo porque el libro, escrito con una prosa hermosa, clara y docta,
trata con tanto detalle la vida de don Germán que uno, como cuando leí el
Antonio Pérez de Marañón, ha tenido la sensación mientras lo leía que Esther
Clazada “estuvo” en los acontecimientos que cuenta. Quiero dejar constancia que
de nada conozco a esta profesora y que, si hoy he cogido el incienso, es porque
se lo merece con toda justicia. ¡Gracias, profesora Calzada, por este magnífico
libro que, como bien dice su prologuista hablando de las buenas biografías, no
sólo te introdu- cen la vida del biografiado, sino que te introducen en su
época por lo que podemos decir que Calzada del Amo hace una radiografía
histórica de la época de la Restauración. De nuevo gracias, profesora Calzada.
A veces, la Universidad sirve para algo más que para expender títulos a futuros
emigrantes.
NUBES DE ESTÍO
Imaginaos ese Santander de finales del siglo XIX en donde
veranean próceres como Sagasta, Maura o Gamazo. Imaginaos unas nubes blancas,
pequeñitas, que cruzan un cielo azul en una mañana de julio. Imaginaos el
Sardinero con sus bañistas entrando en el agua cogidos a una maroma para tomar
los baños de ola. Imaginaos también, junto
a los próceres y títulos que se iban haciendo palacetes en el Paseo de El Sardinero,
las familias venidas de Tierra de Campos y las familias venidas de Valladolid.
Imaginaos el Café Suizo al caer la tarde y las calles de la ciudad con los
“gomosos” paseando y luciendo sus mejores galas. Bien, pues con ese ejercicio
de imaginación os habéis situado en el Santander que nos describe Pereda y, si
en este Santander, colocáis a un honrado comerciante que tiene bien llenas las
talegas (para el que ha leído otras entradas sabe lo que significan las talegas
para Pereda) y una familia madrileña, que son todo lo duques o condes o
marqueses que quieran, pero que están pasando por unos apuros económicos de ni
te cuento y que echa el ojo a la hija
del señor de las talegas para que, casándole con su nene, dé lustre y esplendor
a sus blasones. Es decir, como en el cuento ya comentado en este blog, Blasones y Talegas, unos de los mejores
cuentos que escribiera el de Polanco, frente a una aristocracia de cuna que se
dedica a limpiar sus panoplias hay una burguesía que llena sus talegas con el sudor
de su frente. Pereda, para la regeneración de España, apuesta por esta burguesía
trabajadora y no por los “petimetres”. Ésa es la moraleja de esta novela cuyo
final, como es lógico, no os voy a revelar para que paséis un buen rato con su
lectura y reflexionemos todos un poco con esa España que ha traído esta que
estamos viviendo.
martes, 22 de septiembre de 2015
JUAN BOSCÁN
Este poeta se llamó Joan Boscá y Almugáver y era de Barcelona
y todos lo hemos estudiado como el amigo del alma de Garcilaso de la Vega. Lo
hemos estudiado, pero no hemos profundizado al menos un poco en su magnífica
poesía. Nos sabemos de memoria aquello de que , junto con el toledano, fue el
introductor del soneto en España por mor de aquella conversación con Andrea
Navagiero, pero, insisto, poco sabemos de la grandeza de sus poemas. Gracias a
una edición de mi ex compañero Carlos León Liquete, fecundo y afortunado poeta
vallisoletano, he accedido a sus Sonetos y Canciones y, al leerlos me ha ocurrido
como me pasó al leer a Camoes: que un verso suyo me ha hecho pensar más que la
obra poética completa de muchos poetas del garbanzo de Fontiveros. Es normal
porque la buena poesía provoca ese sentimiento indefinible que es ver tu alma
reflejada en un texto mientras que la garbancera provoca, in acto, el vómito y
la basca. Si alguien tiene dudas, ahí va un bellísimo poema.
Soy como aquel que vive en el desierto,
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.
Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.
Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;
con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva.
Pero para Artur Mas tendría un pero, un enorme pero: era catalán y escribía en castellano. ¡Ay, cerdo traidor de la más innoble de las causas!
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.
Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.
Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;
con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva.
Pero para Artur Mas tendría un pero, un enorme pero: era catalán y escribía en castellano. ¡Ay, cerdo traidor de la más innoble de las causas!
domingo, 6 de septiembre de 2015
RIENZI
No había oído Rienzi porque, llevado por prejuicios que el
propio Wagner me había transmitido al no incluirla en el canon de Bayreuth, sin
embargo, tras una amena conversación en el vallisoletano Lion d’Or con mi amigo
y compañero Francisco Hernández Ovejero, sabio historiador y gran melómano, me
he dedicado a su audición en estos días de este ferragosto boecillano. La obra trata del tribuno del pueblo Cola di
Rienzi y de su lucha heroica contra los nobles. Mas no quiero contaros el
argumento, sino detenerme en algunos aspectos del libreto. Lo primero, decir
que Rienzi es una historia de amor, de amor entre Irene y Adriano y de Rienzi
por Roma. Cuando sn hermana le dice que él nunca ha amado (du hast ja nie geliebt), Rienzi le dice que Roma se llama su novia
( Roma heisst meine Braurt!). Rienzi
también es una ópera de perdón, del perdón de Rienzi a los nobles que lo habrán
de volver a combatir aprovechándose de esta “debilidad”. Rienzi es un luchador por el pueblo de Roma,
pero, al igual que Eneas, cuando llega el momento de lanzarse al combate, tiene
una razón que le hace ejercer su justicia: él venga a su hermano al que los
nobles romanos mataron. ( Weh dem, der
ein verwandtes Blut zu rächen hat!) es decir, ¡Pobre de aquél que ha
derramado la sangre de mi familia!.
Hay en Rienzi un momento de gloria en
el que el pueblo lo quiere nombrar König,
pero Rienzi, como Cristo, no lo acepta porque Frei wolt’ich euch haben!, porque ¡Libre os quiero! les dice el
tribuno con acentos de Agustín García Calvo. Sin embargo, ese mismo pueblo,
voluble como bien los describiera Shakesperae en su Julio César, que lo quiere coronar se pone en contra de él manejado
por los nobles y hasta la propia Iglesia se vuelve contra el que había sido su
aliado. Rienzi ora al comienzo del acto quinto (Allmägcht’ger vater, blick herab, abaja tu mirada, padre
todopoderoso) Hör mich im Staube zu dir
flehn! ( ¡Óyeme suplicante desde el polvo!). El final es hermoso, de
película de Cecil B. de Mille y entre las dudas de Adriano que regresa junto a
su novia y junto a Rienzi, se nos quedan grabadas las hermosas palabras del
tribuno:
So lang die ewigwe Stadt
nicht soll vergehn,
sollt ihr Rienzi widerkehenren sehn!
Mientras que no muera la ciudad eterna
veréis a Rienzi regresar de nuevo.
Amén.
PERICÓN DE CÁDIZ
Hace ya algunos años, viajando
un servidor en un taxi en la muy noble Villa de Madrid, tuve la grata sorpresa
de escuchar en la radio el cante sabio de Pericón de Cádiz. Le hice saber al
taxista, un chico joven, mi admiración por el cantaor gaditano y, como él
también era un firme seguidor de Pericón, hicimos todo el viaje hablando de
cante de Juan Martínez Vilches, que así
se llamó para el mundo este genial cantaor. Había nacido Pericón en Cádiz, cosa
que es redundante decirlo, pero que no está mal certificar pues ha habido cantantes
que se han puesto nombres de ciudades andaluzas sin ser ellos andaluces. No es
éste el caso y Juan nació en la Gades inmortal, con su playa de la Victoria y
su catedral en cuya cripta se estrenaron Las siete palabras de Cristo en la
Cruz de Haydn. En 1976, la Cátedra del Cante le concedió un premio que se sumó
a los que ya había conseguido Pericón en Madrid en 1936 y 1938. Y es que Juan
no se conformaba con los cantes de su tierra , sino que era un maestro en
muchos cantes. Se nos fue en 1980, pero ahí quedan sus discos, algunos con la
guitarra de ese maestro al que le debo una entrada que fue Melchor de
Marchena. Un genio con otro genio suman
la gloria.
EL DOCTOR ARROWSMITH
Cuando empecé a leer este
novelón de Sinclair Lewis, del que hace ya años había leído una novela que me
impresionó mucho, Calle Mayor, me
entró en el cuerpo una especie de corriente eléctrica que no me abandonó hasta
que llegué al punto final del relato. Desde que Martin Arrowsmith ayuda al
médico de su pueblo hasta su casi testaruda profundización en su vocación, la
novela no te “deja dejarla”. Sinceramente,
me creía que Martin iba a terminar siendo un médico más “novelesco”, entregado
a los más pobres, pero Martin – y no quiero desvelar el final- es fiel a una
vocación también heroica, pero menos novelesca porque el estar en un
laboratorio no es tan “lucido” como curar a enfermos en algún barrio marginal
de Chicago. Por la novela – grande en tamaño y en calidad- pasan todo tipo de
médicos: desde Almus, el médico . político que terminará de congresista en
Washigton hasta el “puro” Max Gottlieb, la gran referencia vital para Martin.
También los médicos de lujo, los curapupas con clínica propia y Rolls de
contabando (Serrat dixit) y los médicos rurales. Lewis analiza con calma la vida
de Martin y de los que lo rodean. Ahí está Leora, esa gran mujer que está,
perdón pido a las feministas, por decisión propia apoyando a ese gran hombre
que es su marido. Una grandísima novela para el verano que es cuando leo estos poids lourds tal y como hacía Fernando
Savater que se dejaba con gozo para el verano los ejemplares de tomos más
gruesos. Lo malo es que durante el año sigo con los pesos pesados y la mochila
me carga la espalda y al final, la visita a la fisio es obligada. Leer también
tiene sus riesgos.
LA MÚSICA EN TOMÁS DE IRIARTE
Este
poema de Tomás de Iriarte demuestra que hubo un tiempo en que había una España
diferente, una España en la que florecían las Sociedades de Amigos del País, en
que había curas como Feijoo que buscaban la luz con la fe, en la que se oía a
Haydn, en que cabía la esperanza de que algún día, pudiéramos ser como otros
países de Europa y que no había que ser francés para poder apreciar la música o
la poesía. Pero fue una ilusión que la invasión francesa echó por tierra.
Luego, vino Fernando VII y sus casposidades, y las “camarillas” y los espadones
y los pronunciamientos y los caciques y tantas cosas. Y ya España perdió el
camino que había emprendido en el siglo XVIII. ¿Lo volveremos a retomar? La
esperanza siempre queda en el fondo de la tinaja de Pandora.
EL DON JUAN DE BYRON
Andaba el bueno de Byron, al
que vimos no hace mucho en otra entrada, buscando un héroe, pero que le fuera
duradero y no como ésos héroes que duran no más de un mes. Parece que lo que
acabo de escribir se refiere a nuestra época en la que los “héroes” duran menos
que un pastel a la puerta de un colegio que decían los antiguos. Y Byron se
viene a Sevilla y se fija en don Juan y escribe no una obra sobre don Juan (que
también) sino algunas conquistas de don Juan a las que añade muchos pensamientos
propios. Me ha gustado mucho eso que dice que “la poesía es una paja llevada
por la humana inspiración en la dirección que imprime el espíritu; es una
cometa que vuela entre la vida y la muerte”. (Is poesy, according as the mind glows;/ a
paer kite wich flies ‘ twixt life and death). Cuando
no se entregaba a sus vicios, Byron escribía muy bien e incluso cultivaba esa
imagen de dandi que tan buenos resultados ha dado en la literatura posterior.
La verdad, lo prefiero escribiendo porque, como todos los que van de machos, me
resulta patético en su versión de british
- lover.
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