Este poeta se llamó Joan Boscá y Almugáver y era de Barcelona
y todos lo hemos estudiado como el amigo del alma de Garcilaso de la Vega. Lo
hemos estudiado, pero no hemos profundizado al menos un poco en su magnífica
poesía. Nos sabemos de memoria aquello de que , junto con el toledano, fue el
introductor del soneto en España por mor de aquella conversación con Andrea
Navagiero, pero, insisto, poco sabemos de la grandeza de sus poemas. Gracias a
una edición de mi ex compañero Carlos León Liquete, fecundo y afortunado poeta
vallisoletano, he accedido a sus Sonetos y Canciones y, al leerlos me ha ocurrido
como me pasó al leer a Camoes: que un verso suyo me ha hecho pensar más que la
obra poética completa de muchos poetas del garbanzo de Fontiveros. Es normal
porque la buena poesía provoca ese sentimiento indefinible que es ver tu alma
reflejada en un texto mientras que la garbancera provoca, in acto, el vómito y
la basca. Si alguien tiene dudas, ahí va un bellísimo poema.
Soy como aquel que vive en el desierto,
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.
Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.
Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;
con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva.
Pero para Artur Mas tendría un pero, un enorme pero: era catalán y escribía en castellano. ¡Ay, cerdo traidor de la más innoble de las causas!
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.
Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.
Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;
con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva.
Pero para Artur Mas tendría un pero, un enorme pero: era catalán y escribía en castellano. ¡Ay, cerdo traidor de la más innoble de las causas!
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