Este
poema de Tomás de Iriarte demuestra que hubo un tiempo en que había una España
diferente, una España en la que florecían las Sociedades de Amigos del País, en
que había curas como Feijoo que buscaban la luz con la fe, en la que se oía a
Haydn, en que cabía la esperanza de que algún día, pudiéramos ser como otros
países de Europa y que no había que ser francés para poder apreciar la música o
la poesía. Pero fue una ilusión que la invasión francesa echó por tierra.
Luego, vino Fernando VII y sus casposidades, y las “camarillas” y los espadones
y los pronunciamientos y los caciques y tantas cosas. Y ya España perdió el
camino que había emprendido en el siglo XVIII. ¿Lo volveremos a retomar? La
esperanza siempre queda en el fondo de la tinaja de Pandora.
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