Paul
es un inspector de educación en Montana y, en el crudo momento en que tiene que
acabar con las escuelas rurales para agruparlas en un local único en lugares
mayores ( lo que en España, con perdón, llamamos un CRA) va poco a poco
recordando su niñez en un pueblecito de Montana. Y esa niñez, en esas escuelas
rurales, la va describiendo Doig con un trabajo de miniaturista. Las familias
de emigrantes alemanes y eslavos, los campos, su padre viudo que busca una
mujer como ama de llaves que ponga orden en aquella casa con niños junto a
otros personajes de los que me gustaría destacar a Morris, hermano del ama de
llaves que llega hasta Montana desde el Este, que acaba siendo el maestro del
pueblo y que tanto enseña a Paul y tanto nos enseña de sus habilidades para motivar
a ese grupo de muchachos de cinco o seis niveles diferentes en la misma clase
como ocurría en España hasta los años setenta en que los maestro practicaban una
auténtica “diversificación curricular” sin que los pedabobos de turno la
hubieran puesto por escrito. La novela tiene un final que, lógicamente, no revelaré,
pero que enseña a Paul cómo cada persona tenemos dentro una “trastienda” y que
nuestros ídolos a veces no son héroes sino gentes normales que tienen en su
vida episodios oscuros que también sirven para que los demás aprendamos de esos
errores. Una gran novela de este escritor de Montana que está en la estela de
Wallace Stegner o de mi Willa Cather. Por cierto, que la que silbaba era la
señora que cogieron como ama de llaves y que, con el paso del tiempo, llegó a
ser… En fin, que lo leáis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario