Sabido es que Franz Liszt,
tras una vida no precisamente santa, decidió entrar en religión y recibir las órdenes menores. Estaba en Roma
Liszt y el papa Pío Nono fue el encargado de confesarlo. El papa que, por lo
que os voy a contar, tenía sentido del humor además de haber dado nombre a unos
deliciosos pasteles que, aunque originarios de Granada, también se pueden
adquirir en la madrileña y serrana villa de Miraflores de la Sierra, metido en
el sacramento de la penitencia con el músico desde hacía un buen rato y después
de que el músico húngaro le hubiera relatado parte de su bien nutrida lista de
amantes y amoríos que, sin llegar a las diez mil de algún macho ibérico
oficial, no debía de ser manca, es fama que le dijo al músico: “Basta ya,
querido Liszt, tengo suficiente. Confesad el resto de vuestros pecados al
piano”. Y lo que ya no se cuenta es cuánto tiempo estuvo don Franz tocando el
piano tras hablar con el Papa Pío Nono, pero como ya sabemos que tocaba tanto y
tan bien…
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