En la
entrada sobre Teresa de León, veíamos cómo su hijo Alfonso la había derrotado
en la batalla de San Mamede y que esto era en el año de 1128. Al cabo de once
años, viene un hecho transcendental: la batalla de Ourique, en la que Alfonso
se enfrenta a los almorávides. Fue un 25 de junio de 1139 y las tropas de
Alfonso lo proclamaron “Rex Portucalis” por primera vez pues hasta entonces
sólo había usado el título de príncipe o infante. Pero es que además Alfonso,
al igual que Constantino en la batalla del Puente Milvio, vio cómo el propio
Cristo le anunciaba su victoria sobre los almorávides. Unos años más tarde, en
1143, mediante el tratado de Zamora, Alfonso VII de León le concede la dignidad
regia y el señorío de Astorga por lo que, curiosamente, el rey de Portugal
seguía siendo vasallo de Alfonso. Pero Alfonso no se quedó ahí y, hombre
inteligente y buen político, supo que su reino no estaría reconocido del todo
hasta que la Santa Sede no lo reconociera como tal e inició un largo proceso
diplomático que culminaría con la bula de Alejandro III, un papa culto donde
los haya habido, que lleva por título Manifestis
probatum. Con esta bula, concedida por el papa el 23 de mayo de 1479,
Portugal quedaba reconocido como reino independiente y como vasallo de la
Iglesia. Por cierto y a modo de curiosidad, decir que un restaurante de Guimarães
lleva por nombre el de la bula y que se come muy bien en él. Hay que contarlo
todo.
lunes, 29 de agosto de 2016
TERESA DE LEÓN, CONDESA DE PORTUGAL
Teresa
Alfónsez de León, hija ilegítima de Alfonso VI (¡Mon Dieu, qué bragueta han
tenido siempre los reyes de las Hispanias!) era hija del ya mencionado monarca,
tan relacionado con Olmedo y mi trabajo y de su amante Jimena Muñoz que no era
una pobre mujer, sino hija del conde berciano Munio Muñiz, hijo a su vez de
Munio Rodríguez, conde berciano, y de Jimena Ordóñez, que era hija del infante
Ordoño Bermúdez, hijo ilegítimo de Bermudo II de Léon (otra vez la bragueta
hispánica). Tuvo una hermana que se
llamó Elvira, que merecería otra entrada, pues se casó (o la casaron con el
conde Raimundo IV de Tolosa) y se marchó con su esposo a las Cruzadas en donde,
como no todo iba a ser perseguir al infiel, concibió y dio a luz a su hijo Alfonso
Jordán que sucedería a Beltrán de Tolosa al frente del condado de Tolosa. En
1093, cuando contaba tan sólo trece años, la casaron con Enrique de Borgoña y,
dos años después, su padre les concedía el Condado de Portugal. Enrique murió
en el 1112 y, como todavía el hijo de ambos, que se llamaba como el padre, no
podía acceder al trono por minoría de edad,
Teresa fue la condesa regente y le cogió gustillo al poder ( la erótica
del poder que dirían los periodistas de hoy) al tiempo que se maridaba con el
conde Traba, el gallego Fernando Pérez. Tanto le gustó el poder a Teresa que su
medio hermana Urraca I de Léon le declaró la guerra y consiguió que la condesa
se refugiara en el castillo de Lanhoso en donde, pese a su situación de
inferioridad, consiguió, por el tratado de Lanhoso, salvar su Condado
Portucalense.
Pero
ya no sólo fue su medio hermana, sino que su propio hijo, aliado con otros
nobles del condado que no veían bien su relación con el conde de Traba que era,
como hemos dicho, gallego, le hicieron la guerra y Teresa fue derrotada en la
batalla de San Mamede, a primeira tarde portuguesa, como la
llama Acácio Lino. Hubo mucha leyenda tras esta derrota y los historiadores
antiguos dicen que fue detenida en el castillo de Lanhoso, otros que se exilió
en un convento de Póvoa de Lanhoso, pero los modernos dicen que se marchó con
el conde gallego a Galicia en donde vivieron felices y comieron pulpo à feira
hasta el 11 de noviembre de 1130 en que murió Teresa.
LA MATA DE LAS MUERTAS O EL DOLOR DE ESCRIBIR
Felisa Sobas era de Tudela de
Duero, hija de Rufino, un obrero socialista que frecuentaba la Casa del Pueblo.
Felisa era Presidenta de las Juventudes Socialistas de Tudela; Felisa era una chica de veintidós años a la
que los vecinos la llamaban “La Paloma”. El primero de mayo de 1936, los
vecinos la habían visto de abanderada en el desfile del Día del Trabajo.
Felisa
fue valiente, muy valiente cuando, el dos de agosto de ese mismo año, la
llamaron a declarar al Ayuntamiento; la
citaba el alguacil y Felisa fue sola aunque su padre insistió en ir con ella.
Dentro del Ayuntamiento, Felisa fue violada por los hombres devenidos en fieras
que, supuestamente, la habían llamado a declarar. Su padre, inquieto por la
tardanza, se llegó hasta la Casa Consistorial y, antes de llegar, se encontró a
su hija en una esquina de la plaza; estaba magullada y ensangrentada y le gritó
a su padre unas palabras que todavía hoy resuenan:
- ¡¡Mire lo que me han hecho, padre!!!¡¡Mire cómo me han puesto!!
El padre
contó lo ocurrido por todo el pueblo y por contarlo fue apaleado. El dos de
agosto, se repetirían las violaciones. En la madrugada del 2 al 3 de agosto,
los gritos de la unas mujeres, alertaron a los vecinos que nada pudieron hacer
por ellas: eran Felisa y una pobre mujer de sesenta y dos años llamada Josefa
Torrecilla a las que subieron a un coche que se perdió en los pinares. Nada se
supo de ellas, pero todos sabían lo que había pasado.
A
los pocos días, Pedro Sobas, pastor que vivía en Boecillo y tío de Felisa,
llevaba sus ovejas al pinar. Al legar al paraje que se conoció después como
Mata de las Muertas, vio un montón de ropas: eran los cadáveres de su sobrina
Felisa y de Josefa a las que habían paseado. Pedro Sobas, el Maroto, se volvió
a su casa y se lo contó a su hijo; ambos volvieron al pinar y dieron sepultura
a las dos mujeres diciéndole el padre al hijo que nunca olvidara el lugar en
donde las enterraban. Y el sitio se quedó en la memoria del pueblo que el 20 de
diciembre de 2003 indicó en dónde estaban enterradas y, una vez exhumados sus
restos, fueron llevadas al cementerio de Tudela en donde recibieron sepultura por
expreso deseo de sus familias.
El
9 de julio de 2011, Felisa recibió un homenaje de su pueblo. Descansen en paz
estas pobres mujeres víctimas del odio ciego y vil.
lunes, 22 de agosto de 2016
OS OVOS MOLES
Los ovos moles son un dulce típico de Aveiro
y fue en el Convento de Jesús, hoy museo de la ciudad, en donde se empezaron a
elaborar. Este convento fue fundado por Santa Juana, patrona de la ciudad e
hija de Afonso V. La fundación de la santa se mantenía por la donación el pago
de los arrendatarios de las tierras de las monjas que se efectuaba en especie:
trigo, gallinas y huevos. Sin embargo, las monjas no consumían huevos en señal
de abstinencia y utilizaban azúcar para conservarlos dando así lugar a os ovos moles. Su composición es muy
sencilla pues tienen como base los huevos, el agua y el azúcar, es decir, como
las yemas de Santa Teresa en nuestra Ávila. Las monjas empezaron a usar los
huevos para curar a los enfermos que les llegaban hasta el convento y que, en
su mayoría, adolecían de desnutrición con lo que la receta de los ovos les recuperaba. El rey Manuel I, ya en el siglo XVI, donó una
gran cantidad de azúcar proveniente de Madeira, con lo que los huevos blandos (mollis en latín significa blando) se
incrementaron en su fabricación.
En
la actualidad, se pueden encontrar en todo Aveiro, pero tienen fama los de la
pastelería de Maria da Presentaçao da Cruz Mercedeiros (¡Qué nombre tan bonito
para una novela de Eza de Queiroz!) Me falta añadir que estos huevos engordan
mucho por lo tanto, si vais por esta ciudad portuguesa, comedlos con moderación
porque la báscula, ese confesionario de la posmodernidad, no perdona como
perdonaba el otro.
domingo, 21 de agosto de 2016
LA MASACRE DE LOS TÁVORA
Don José
de Mascarenhas fue duque de Aveiro y se llevaba bien con los jesuitas, pero mal
con el Marqués de Pombal. Y con este marqués ilustrado no se andaba nadie con
bromas. Un día, el rey don José I volvía de una aventura amorosa al Pazo de
Ajuda cuando unos hombres a caballo dispararon contra el coche real. El rey
sufrió una herida grave en un brazo y el hecho se ocultó incluso a la reina,
diciendo que el monarca luso se había caído de una escalera (he oído mejores
escusas para ocultar una cana al aire). Pero don Sebastián José, que todavía no
era Marquês de Pombal, aprovechó la ocasión: el rey había estado con María Teresa
Távora, benjamina de la familia de los Távora que no querían mucho al rey y, aprovechando que el Tajo pasa por Lisboa, se involucró a toda la familia de la muchacha.
Como también se sospechaba de don José de Mascarenhas da Silva e Lencastre,
duque de Aveiro, se aprovechó también la circunstancia para “limpiar” a los
Aveiro y, en un proceso de claro matiz político, se mataron dos pájaros de un
tiro: se masacró a los Távora y se quitó de en medio al duque. No conforme con
esto, el marqués consiguió expulsar a los jesuitas, que se trataban con
confianza con el duque, y uno de cuyos padres, Malagrida, fue encarcelado sin
ninguna piedad y, tras declararlo hereje, le fue dado garrote y quemado en el
último auto de fe que se hizo en Portugal. Era el 12 de setiembre de 1761, es
decir, menos de tres años después del ataque contra el rey. El duque acabó
también ajusticiado y los familiares de los Távora fueron llevados a la cárcel de
la Junqueira de donde no saldrían hasta bastantes años después, tras la muerte
del monarca y la ascensión al trono de su hija María. Ya veis en todas partes
cuecen habas y en nuestra vecina Portugal también hubo sus cosillas. ¡Cosas del
carácter ibérico que tiende a lo poco delicado! Por cierto, que Luis Jaime de Carvajal
y Salas, gran jinete, está emparentado con este pobre don José al que el
marqués, al igual al padre de la muchacha que tuvo a bien acostarse con el rey,
descuartizó. Eran, afortunadamente, otros tiempos.
O MOLIÇO
O moliço, en la ría de Aveiro,
hace referencia a unas plantas acuáticas que se recogían para usarlas como
abono en la agricultura. Los habitantes de la ciudad del duque de Aveiro, aquel
don José de Mascarenhas al que mandó matar el Marquês de Pombal del que ya
aviso que hablaré en otra entrada de blog tras leer el magnífico libro de José
Barata, lo recogían con ancinhos, es
decir, con rastrillos y se llevaba a la ciudad en barcos moliçeiros cuya proas y popas se decoraban con unas pinturas
encantadoramente naifs en las que se ridiculizan las situaciones del día a día.
Están construidos en madera de pino y tienen como medio de propulsión la vela,
la vara y la sirga. Hay que decir que, en la actualidad, os barcos moliçeiros
han quedado para paseos turísticos por los canales de Aveiro, la Venecia de
Portugal, y que esos medios de propulsión que hemos referido se han visto
sustituidos por motores fuera borda. Si vais a Aveiro, os recomiendo el paseo
en durante el cual el barquero os va contando información turística de la ciudad
de los ovos moles. Pero dos oves moles, ya hablaremos en otra
entrada.
domingo, 7 de agosto de 2016
LA VIDA LENTA
Hacía
tiempo que no leía a don Josep Pla, mi otro señor literario junto con don
Álvaro Cunqueiro y, este verano, me he cogido La vida lenta, un dietario en el que Pla iba anotando su vida.
Resulta que yo siempre había pensado en Pla como en le eremita de Llofriu, el
payés solitario con su boina y su tabaco de picadura, el hombre que se retiró
del mundo. ¡Craso error! Pla se pasa los días cenando en Can Miquel, viajando
al extranjero y recibiendo visitas en la
masía. ¡Ya quisiera un servidor llevar esa vida de eremita! Me parece
fantástico que Pla llevara esa vida tan ajetreada, pero que le producía
insomnio y, como dice él, le enervaba. Normal, don Josep, para combatir ese
pertinaz insomnio hay que acostarse a una hora concreta, evitar los excitantes
como el café y el tabaco, no pasarse el día amodorrado y cavar un poco más en
el predio que lo de ser payés hay que ganárselo. Pero usted era un genio, mi
querido don Josep, y no tiene por qué hacerme caso.
Salut.
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