Hacía
tiempo que no leía a don Josep Pla, mi otro señor literario junto con don
Álvaro Cunqueiro y, este verano, me he cogido La vida lenta, un dietario en el que Pla iba anotando su vida.
Resulta que yo siempre había pensado en Pla como en le eremita de Llofriu, el
payés solitario con su boina y su tabaco de picadura, el hombre que se retiró
del mundo. ¡Craso error! Pla se pasa los días cenando en Can Miquel, viajando
al extranjero y recibiendo visitas en la
masía. ¡Ya quisiera un servidor llevar esa vida de eremita! Me parece
fantástico que Pla llevara esa vida tan ajetreada, pero que le producía
insomnio y, como dice él, le enervaba. Normal, don Josep, para combatir ese
pertinaz insomnio hay que acostarse a una hora concreta, evitar los excitantes
como el café y el tabaco, no pasarse el día amodorrado y cavar un poco más en
el predio que lo de ser payés hay que ganárselo. Pero usted era un genio, mi
querido don Josep, y no tiene por qué hacerme caso.
Salut.
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