Los ovos moles son un dulce típico de Aveiro
y fue en el Convento de Jesús, hoy museo de la ciudad, en donde se empezaron a
elaborar. Este convento fue fundado por Santa Juana, patrona de la ciudad e
hija de Afonso V. La fundación de la santa se mantenía por la donación el pago
de los arrendatarios de las tierras de las monjas que se efectuaba en especie:
trigo, gallinas y huevos. Sin embargo, las monjas no consumían huevos en señal
de abstinencia y utilizaban azúcar para conservarlos dando así lugar a os ovos moles. Su composición es muy
sencilla pues tienen como base los huevos, el agua y el azúcar, es decir, como
las yemas de Santa Teresa en nuestra Ávila. Las monjas empezaron a usar los
huevos para curar a los enfermos que les llegaban hasta el convento y que, en
su mayoría, adolecían de desnutrición con lo que la receta de los ovos les recuperaba. El rey Manuel I, ya en el siglo XVI, donó una
gran cantidad de azúcar proveniente de Madeira, con lo que los huevos blandos (mollis en latín significa blando) se
incrementaron en su fabricación.
En
la actualidad, se pueden encontrar en todo Aveiro, pero tienen fama los de la
pastelería de Maria da Presentaçao da Cruz Mercedeiros (¡Qué nombre tan bonito
para una novela de Eza de Queiroz!) Me falta añadir que estos huevos engordan
mucho por lo tanto, si vais por esta ciudad portuguesa, comedlos con moderación
porque la báscula, ese confesionario de la posmodernidad, no perdona como
perdonaba el otro.
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