domingo, 21 de agosto de 2016

LA MASACRE DE LOS TÁVORA





Don José de Mascarenhas fue duque de Aveiro y se llevaba bien con los jesuitas, pero mal con el Marqués de Pombal. Y con este marqués ilustrado no se andaba nadie con bromas. Un día, el rey don José I volvía de una aventura amorosa al Pazo de Ajuda cuando unos hombres a caballo dispararon contra el coche real. El rey sufrió una herida grave en un brazo y el hecho se ocultó incluso a la reina, diciendo que el monarca luso se había caído de una escalera (he oído mejores escusas para ocultar una cana al aire). Pero don Sebastián José, que todavía no era Marquês de Pombal, aprovechó la ocasión: el rey había estado con María Teresa Távora, benjamina de la familia de los Távora que no querían mucho al rey  y, aprovechando que el Tajo pasa por Lisboa,  se involucró a toda la familia de la muchacha. Como también se sospechaba de don José de Mascarenhas da Silva e Lencastre, duque de Aveiro, se aprovechó también la circunstancia para “limpiar” a los Aveiro y, en un proceso de claro matiz político, se mataron dos pájaros de un tiro: se masacró a los Távora y se quitó de en medio al duque. No conforme con esto, el marqués consiguió expulsar a los jesuitas, que se trataban con confianza con el duque, y uno de cuyos padres, Malagrida, fue encarcelado sin ninguna piedad y, tras declararlo hereje, le fue dado garrote y quemado en el último auto de fe que se hizo en Portugal. Era el 12 de setiembre de 1761, es decir, menos de tres años después del ataque contra el rey. El duque acabó también ajusticiado y los familiares de los Távora fueron llevados a la cárcel de la Junqueira de donde no saldrían hasta bastantes años después, tras la muerte del monarca y la ascensión al trono de su hija María. Ya veis en todas partes cuecen habas y en nuestra vecina Portugal también hubo sus cosillas. ¡Cosas del carácter ibérico que tiende a lo poco delicado! Por cierto, que Luis Jaime de Carvajal y Salas, gran jinete, está emparentado con este pobre don José al que el marqués, al igual al padre de la muchacha que tuvo a bien acostarse con el rey, descuartizó. Eran, afortunadamente, otros tiempos.

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