Felisa Sobas era de Tudela de
Duero, hija de Rufino, un obrero socialista que frecuentaba la Casa del Pueblo.
Felisa era Presidenta de las Juventudes Socialistas de Tudela; Felisa era una chica de veintidós años a la
que los vecinos la llamaban “La Paloma”. El primero de mayo de 1936, los
vecinos la habían visto de abanderada en el desfile del Día del Trabajo.
Felisa
fue valiente, muy valiente cuando, el dos de agosto de ese mismo año, la
llamaron a declarar al Ayuntamiento; la
citaba el alguacil y Felisa fue sola aunque su padre insistió en ir con ella.
Dentro del Ayuntamiento, Felisa fue violada por los hombres devenidos en fieras
que, supuestamente, la habían llamado a declarar. Su padre, inquieto por la
tardanza, se llegó hasta la Casa Consistorial y, antes de llegar, se encontró a
su hija en una esquina de la plaza; estaba magullada y ensangrentada y le gritó
a su padre unas palabras que todavía hoy resuenan:
- ¡¡Mire lo que me han hecho, padre!!!¡¡Mire cómo me han puesto!!
El padre
contó lo ocurrido por todo el pueblo y por contarlo fue apaleado. El dos de
agosto, se repetirían las violaciones. En la madrugada del 2 al 3 de agosto,
los gritos de la unas mujeres, alertaron a los vecinos que nada pudieron hacer
por ellas: eran Felisa y una pobre mujer de sesenta y dos años llamada Josefa
Torrecilla a las que subieron a un coche que se perdió en los pinares. Nada se
supo de ellas, pero todos sabían lo que había pasado.
A
los pocos días, Pedro Sobas, pastor que vivía en Boecillo y tío de Felisa,
llevaba sus ovejas al pinar. Al legar al paraje que se conoció después como
Mata de las Muertas, vio un montón de ropas: eran los cadáveres de su sobrina
Felisa y de Josefa a las que habían paseado. Pedro Sobas, el Maroto, se volvió
a su casa y se lo contó a su hijo; ambos volvieron al pinar y dieron sepultura
a las dos mujeres diciéndole el padre al hijo que nunca olvidara el lugar en
donde las enterraban. Y el sitio se quedó en la memoria del pueblo que el 20 de
diciembre de 2003 indicó en dónde estaban enterradas y, una vez exhumados sus
restos, fueron llevadas al cementerio de Tudela en donde recibieron sepultura por
expreso deseo de sus familias.
El
9 de julio de 2011, Felisa recibió un homenaje de su pueblo. Descansen en paz
estas pobres mujeres víctimas del odio ciego y vil.
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