Que el señor que vivía en El Pardo
no era muy dado a los amoríos es algo bien sabido y que permaneció fiel a su
Carmen hasta el final de sus días también. Cierto es que también estaba casado
con España, que ya sabemos que los dictadores son fieles esposos de sus patrias
aunque hay amores que matan, pero nadie, por muy enemigo que sea de Franco, lo
puede imaginar en brazos de una amante. Tomándose el vaso de leche con doña
Carmen, cazando con sus ministros o con una legión de pelotas que querían hacer
negocios sub umbra ducis también y pescando
en el Azor, ya ni os cuento; pero
entregado don Paco a las artes amatorias pues, la verdad, como que cuesta un
poco imaginarlo.
Pues
resulta que esa misma idea de mártir casado con la patria y mitad hombre mitad
monje tenía un servidor del profesor Oliveira Salazar, ese señor de Viseu que
gobernó Portugal durante otros cuarenta años. Soltero, serio, de aspecto algo
sombrío, no parecía Salazar la figura de un amante atractivo para las mujeres
aunque sí que es verdad que era alto y con un cierto aspecto de gentleman del
que carecía o ferrolán. Pero hete
aquí que un libro de Felícia Cabrita que lleva por nombre Os amores de Salazar me ha cambiado totalmente esta visión :
Salazar era un Troca tintas, que en
portugués es uno que anda con todas cambiando las “tintas” y que, en un alarde
de capacidad amatoria, hasta se permite varias amantes a la vez. Desde Felismina de Oliveira, su primer amor de
cuando estaba en el seminario vestido con a
batina a Marcedes de Castro Feijó, su último amor, Oliveira conoció por
este orden a las siguientes mujeres: Júlia Perestrelo, Maria Laura Campos,
Maria Emília Vieira, Maria Jesús de Caetano Freire, Carolina Asseca, Christine
Garnier, la periodista francesa que vino a entrevistarlo y cayó en las redes
del exseminarista, y María de la
Concepción Santana Marqués. Y cuando digo conoció, lo digo en el sentido
bíblico de conocer…
Madamina, il catologo é questo. No está
mal para el hombre que tan sólo estaba casado con Portugal, para el serio
profesor de Coimbra, para el medio fraile que colgó los hábitos un segundo
antes de ordenarse. Y el de El Ferrol tomándose el vasito de leche con su doña
Carmen. ¡Manda Carallo!
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