domingo, 30 de abril de 2017

LOS AMORES DE OLIVEIRA SALAZAR




Que el señor que vivía en El Pardo no era muy dado a los amoríos es algo bien sabido y que permaneció fiel a su Carmen hasta el final de sus días también. Cierto es que también estaba casado con España, que ya sabemos que los dictadores son fieles esposos de sus patrias aunque hay amores que matan, pero nadie, por muy enemigo que sea de Franco, lo puede imaginar en brazos de una amante. Tomándose el vaso de leche con doña Carmen, cazando con sus ministros o con una legión de pelotas que querían hacer negocios sub umbra ducis también y pescando en el Azor, ya ni os cuento;  pero entregado don Paco a las artes amatorias pues, la verdad, como que cuesta un poco imaginarlo.

         Pues resulta que esa misma idea de mártir casado con la patria y mitad hombre mitad monje tenía un servidor del profesor Oliveira Salazar, ese señor de Viseu que gobernó Portugal durante otros cuarenta años. Soltero, serio, de aspecto algo sombrío, no parecía Salazar la figura de un amante atractivo para las mujeres aunque sí que es verdad que era alto y con un cierto aspecto de gentleman del que carecía o ferrolán. Pero hete aquí que un libro de Felícia Cabrita que lleva por nombre Os amores de Salazar me ha cambiado totalmente esta visión : Salazar era un Troca tintas, que en portugués es uno que anda con todas cambiando las “tintas” y que, en un alarde de capacidad amatoria, hasta se permite varias amantes a la vez.   Desde Felismina de Oliveira, su primer amor de cuando estaba en el seminario vestido con a batina a Marcedes de Castro Feijó, su último amor, Oliveira conoció por este orden a las siguientes mujeres: Júlia Perestrelo, Maria Laura Campos, Maria Emília Vieira, Maria Jesús de Caetano Freire, Carolina Asseca, Christine Garnier, la periodista francesa que vino a entrevistarlo y cayó en las redes del exseminarista,  y María de la Concepción Santana Marqués. Y cuando digo conoció, lo digo en el sentido bíblico de conocer…

         Madamina, il catologo é questo. No está mal para el hombre que tan sólo estaba casado con Portugal, para el serio profesor de Coimbra, para el medio fraile que colgó los hábitos un segundo antes de ordenarse. Y el de El Ferrol tomándose el vasito de leche con su doña Carmen. ¡Manda Carallo!

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