martes, 27 de noviembre de 2018

BERNARDINO DE RIBERA, EL MAESTRO DE TOMÁS Y SEBASTIÁN




Un joven de Xátiva, Valencia, era alumno de su padre, Pedro de Ribera,  en esa ciudad valenciana. El joven aprovechó los estudios que hizo con su padre y con Jaime López y ya desde muy joven destacó como músico. La familia se fue para Orihuela, la Oleza de mi Gabriel Miró, y allí siguió creciendo el joven Bernardino.

         Sin embargo, esto es más o menos accesorio para nuestra historia porque lo realmente importante es que el muchacho, en 1559, año de la muerte de Gerónimo de Espinar, llega a Ávila con treinta y nueve años, para hacerse cargo de la capilla de la catedral de Ávila y en ese cargo estuvo hasta 1570, año en que lo sustituye Andrés Torrentes y Bernardino se marcha para Murcia en donde tenemos testimonios de que era maestro de capilla en 1572.

         Pero, me diréis, que qué importancia tiene toda esta historia para contar en esta mañana de finales de noviembre. Os explico.

         Resulta que a las clases de Bernardino de Ribera acudían  dos jovencitos que respondían a los nombres de Tomás y Sebastián; y que, andando el tiempo aquellos zangolotinos  acabarían siendo dos grandes músicos abulenses: Tomás Luis de Victoria y Sebastián de Vivanco. Es decir, que con este maestro setabense aprendieron estos maestros de la polifonía española sus primeros bemoles y sus primeras notas. Bernardino había bebido de Francisco Guerrero y de Nicolás Gombert, el gran maestro flamenco.

         Si podéis,  escuchad su música porque no os defraudará.

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