Dejadme que os cuente que había una región en España que en cuyos campos se cultivaba el
lúpulo, el lino y el maíz, esa planta americana que se había adaptado muy bien
a sus valles femeninos y tiernos; esa región, entre 1571 y 1752, había
duplicado su población. Sin embargo, con la llegada del siglo XIX y de los
gobiernos liberales, aquella provincia vio cómo se desangraba su población y
cómo sus hijos embarcaban para buscar una vida mejor en tierras americanas. ¿La
razón? Habría que hablar de razones.
La
primera fue que los gobiernos liberales obligaban a los campesinos a pagar en
líquido y no en especie como ocurría en el Antiguo Régimen cuando los campesinos
pagaban a los eclesiásticos; la segunda, que esos gobiernos liberales apostaron
por el algodón catalán frente al lino que había sido la gran riqueza para la región
de la que venimos hablando. Fue el comienzo de una serie de privilegios
comerciales para Cataluña cuyos productos se vendían en el resto de España libres
de aranceles aduaneros mientras que los productos que les podían hacer la
competencia eran gravados aunque fueran de mejor calidad. El resultado fue que
una industria próspera, también muy bien llevada por una burguesía inteligente y culta,
hizo de Cataluña una región rica y de Galicia, pues de ella hablamos, una
región a la que se iba marginando poco a poco. Cataluña tendría enseguida tren,
pero Galicia tuvo que espera casi cuarenta años para la línea del norte y casi
cien para la del sur.
Por
suerte, las cosas han cambiado para esta región española y, a día de hoy,
Galicia ha recuperado su salud. Cierto es que el AVE no se sabe cuándo llegará,
pero cuenta con unas infraestructuras que hace menos de cincuenta años ni
siquiera se soñaban.
Esperemos
que todo siga así para Galicia. Sin embargo, en otro entrada os contaré cómo
hubo una región que todavía no se ha recuperado. Pero dadle tiempo al tiempo.
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