Conviene,
en estos tiempos horrorosos de pandemia,
leer cómo lo soportaron otros que también padecieron tristes pestes. El caso de
Atenas ya lo hemos traído a colación y volvemos hoy a sacarlo para hacer un
pequeño comentario de cómo el pueblo se acabó cansando de Pericles y casi, casi
le culpaban de la epidemia y de los males de la guerra pues es menester
recordar que la terrible peste se abatió sobre Atenas en medio de la Guerra del
Peloponeso que el pueblo venía sufriendo durante muchos años. Y , ahora, encima, una terrible peste que
hacía que personas y animales murieran por las calles. Pericles dirigió un
discurso muy duro al pueblo que nos recoge el gran Tucídides. Entre otras cosas
les dijo:
“Conmovidos por la desgracia de vuestras casas, os
despreocupáis de la salvación común y me hacéis a mí responsable que soy el que
os animé a luchar. Yo soy el mismo, yo no he cambiado. Vosotros, en cambio, sí
que habéis cambiado pues sois de naturaleza mudable. Lo que ha pasado es que os
dejasteis convencer cuando nada os había ocurrido, pero, sin embargo, ahora os arrepentís
cuando os ha alcanzado la desgracia.
Esa idea de que el pueblo es tornadizo la recoge Shakespeare
en su Marco Antonio.
Os dejo el texto griego cuando Pericles afirma su inmutabilidad
frente al pueblo y sus veleidades:
καὶ ἐγὼ μὲν ὁ αὐτός εἰμι καὶ οὐκ ἐξίσταμαι· ὑμεῖς δὲ μεταβάλλετε, ἐπειδὴ
ξυνέβη ὑμῖν πεισθῆναι μὲν ἀκεραίοις, μεταμέλειν δὲ κακουμένοις,(…)
Fijaos en
ese verbo, μεταβάλλετε, referido a los muy tornadizos atenienses y el καὶ ἐγὼ μὲν
ὁ αὐτός εἰμι καὶ οὐκ ἐξίσταμαι, “yo soy el mismo y no cambio” que nos describe
la pétrea actitud de Pericles.
Y, sobre
todo, pensemos en nosotros mismo en estos días terribles en que seguimos
soportando la peor pandemia en muchos siglos. ¿Somos acaso también nosotros
tornadizos como los atenienses del siglo V? Ya me contaréis.
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