Juan
Ramón Jiménez era alto, delgado, vestido casi siempre de negro, con barba y con
un aspecto que a Manuel Fernández-Montesinos, el sobrino de Lorca, le asustó cuando
el poeta de Moguer los visitó en Milltown donde vivía por esos años la familia
Lorca. Así lo cuenta Manuel:
“Mis abuelos y Juan Ramón
no se habían visto desde alguna visita esporádica en Madrid en los años treinta
y ¡lo que nos había pasado a todos desde entonces! Pero a mí, niño, por mucho
que me hubiese gustado el borriquillo, no m0e gustó su autor. Casi me daba
miedo. Todo de negro, la barba, aunque canosa, también negra. Adusto, serio, de
mirada penetrante, pero completamente exenta de bondad. Aquel tierno borriquillo, ¿de dónde salió?
Además, para mí, un hombre que hubiera tenido trato con pollinos tenía que ser
como los trabajadores que yo había conocido en la Huerta de San Vicente,
siempre de bromas conmigo, cariñosos y, desde luego, sin barba.
Sabido es ( y lo recojo en la anterior
entrada) que el carácter de Juan Ramón no era “muy agradable” y que, por
tanto, no es raro que “asustara” al pobre
Manny. A mí me queda esa pregunta flotando en el aire: Aquel tierno
borriquillo, ¿de dónde salió?
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