Ya
lo dijo este Papa docto que se nos ha ido en estos días de Navidad para estar
más cerca de Jesús: estamos viviendo en una estructura de pecado. Como la palabra pecado ya parece que está muy
proscrita por los mismos que lo fomentan, es mejor que digamos que estamos no
viviendo, sino sumergidos en una cultura de muerte. De muerte física en la que
las guerras, la violencia de género, los “niños de la guerra”, - educados para
matar cuando deberían estar estudiando en las escuelas de sus países-, o el aborto acaban con la vida humana, ese
milagro que cada día valoramos menos. Para matar, usamos armas, esas armas con
las que se negocia, que son, en sí
mismas, uno de los mayores negocios del
mundo junto con las farmacéuticas. ¿Entendéis por qué siempre hay alguna guerra
activa en el mundo y por qué proliferan las pandemias? La muerte campa a sus
anchas por nuestro mundo mientras otros desalmados se aprovechan del dolor y
hacen negocio. Y así llevamos desde hace miles de años y todavía hay gente que
no sabe de qué nos tuvo que redimir Jesucristo.
Pero es que no sólo hay una muerte
física, sino que también hay en este mundo de muerte, una muerte del alma o
muerte psicológica porque se matan ilusiones, se matan esperanzas, se mata el
futuro de muchos millones de seres humanos que no tienen más esperanza que
sobrevivir, más ilusión que llegar al día siguiente y más futuro que un mañana
incierto. Para matar el alma, nos basta con la palabra y, sobre todo, con el miedo,
ese arma que han sabido utilizar tan bien los poderosos durante miles de años.
Con miedo nos paralizamos, no respondemos, no nos rebelamos.
Y frente al miedo, la esperanza, la
confianza en el hombre, el creo en el hombre que decía Blas de Otero:
he visto
espaldas
astilladas a trallazos,
almas
cegadas avanzando a brincos
(Españas
a caballo
del
dolor y del hambre). Y he creído.
Tenemos que hacer algo, tenemos que
creer que el futuro es de todos, no sólo de los amos del mundo; tenemos que luchar
por el futuro de nuestros hijos, de nuestros nietos. Ellos, los que matan, nos
quieren sumisos, temerosos, atemorizados, paralizados por el terror. No les
demos ese gusto.
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