De
todos es sabido que mi abuela Patro era de Chamberí, barrio castizo madrileño
del que quiero contar algo de su historia. Lo primero de todo, decir que hasta
el siglo XIX, Chamberí no era más que un arrabal pues el Madrid histórico se
terminaba en los bulevares de Génova, Sagasta, Carranza y Alberto Aguilera que,
en la actualidad, separan Chamberí del distrito de Centro y que también fueron
la primera ronda madrileña muchos años antes de las M-30, M-40, M-50 y sabe
Dios por cuál M se andan en la actualidad. A partir de mediados del siglo XIX,
este territorio extramuros va recibiendo una población de dos tipos:
a)
Burgueses y aristócratas que se
construyen sus palacetes sobre todo en la zona de Chamberí cercana al paseo de
la Castellana.
b)
Obreros que se dedican a la cría de
ganado, a los tejares y a las yeserías.
Parece una
contradicción, pero es así. Durante la Edad Media, el territorio del actual
Chamberí era un frondoso bosque que perteneció, hasta la desaparición de su
orden, a los templarios y que después fue utilizado como cazadero por los reyes
de Castilla.
A
mediados del siglo XIX, también se instalan en el barrio fábricas de tapices y
dos fundiciones famosas: la Sandorf y la Buenavista por las que los vecinos del
barrio recibieron el nombre de “chisperos” que compiten in aeternum en casticismo
chipén con los “manolos”, es decir, los habitantes del otro barrio castizo de
Madrid: Lavapiés.
En la actualidad, casi no quedan
palacios en la Castellana pues fueron “devorados” por el desarrollismo de los
años sesenta y setenta del pasado siglo. Algunos, como el conocido como Casa de
Anglada que era una réplica a escala de la Alhambra granadina, se convirtieron
hoteles de lujo y otros, en sedes
bancarias. Sin embargo, no podemos
pararnos aquí pues los palacios que han subsistido a esta barbarie dan para
otra entrada. Volviendo al tema que nos
ocupa, la micro historia de Chamberí, si observamos con detenimiento las calles
del barrio, veremos que aún se ven muchas viviendas burguesas y obreras,
algunas de ellas con las típicas corralas en las que no había más que un
excusado por planta. Mucho se podría contar sobre este castizo barrio, pero
esto es una muy modesta aproximación a la historia de este barrio así que lo dejamos
y nos pasemos al posible origen de su
nombre en la siguiente entrada.
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