Mi buen amigo y compañero Francisco
José Hernández Ovejero ha puesto en el tablón de anuncios de la sala de
profesores la fotocopia de El Norte de Castilla en la que se llama a la
Historia “ el coco de la EBAU” pues, frente a los buenos resultados de las
“ciencias”, la historia tiene las notas más bajas. Lo primero, como hace mi
querido amigo, es hacer notar el error garrafal que es decir memorialistico (que
ni siquiera existe en el diccionario de la RAE) en lugar de decir memorístico. En un artículo que se publicará en La Flor de
Olmedo, la revista del IES “Alfonso VI”, donde Paco y yo trabajamos, Paco dice
textualmente: El estudio de la Historia requiere
esfuerzo, tiempo, dedicación, comprensión lectora, amplio vocabulario, y
técnicas de estudio elementales (esquemas, resúmenes). Y, por supuesto, la
necesaria orientación en el tiempo (cronología).
Da
para tanto lo que dice Paco, - casi para un tratado de educación (nunca de
pedagogía)-, que le voy a dedicar varias
entradas. Hoy empiezo por el esfuerzo.
El
esfuerzo en el sistema educativo español es una palabra absolutamente proscrita
al igual que disciplina, una pobre palabra que los eruditos a la violeta que
nos quieren dirigir no saben que provine de discere
que en latín significa aprender y que nos relaciona el aprendizaje con una
serie de normas y ejercicios que tienen como fin, y no ahora, sino desde hace
muchos años (miedo me da el precisar cuánto) el aprendizaje, el conocimiento,
el saber . Sin embargo, en los nuevos sistemas educativos, se procura que todo sea lúdico, en “talleres”,
el aprender jugando y se olvida que cualquier actividad humana, ya sea física
como mental, requiere un esfuerzo. Sin embargo, buscamos las Matemáticas “sin
esfuerzo”, la Física “sin esfuerzo” o el Griego “sin esfuerzo” y , sin querer
se cae en lo humorístico como aquella página que tenía Manuel Summers en el ABC
que se llamaba “El inglés sin esfuerzo”. El homo
ludens es el rey de la sociedad posmoderna porque todo es un juego en ella,
hasta lo más trascendente. Hemos convertido la vida en un juego y la muerte en
el final del “partido” por eso a los muertos, de unos años a esta parte, se les
da un sonoro aplauso en el la misa de corpore insepulto saltándose las
costumbres milenarias que incluían el silencio y la oración. La sociedad posmoderna es light y rechaza el
esfuerzo como algo abominable sin darse cuenta que sin esfuerzo no puede haber
descanso porque, como decía mi abuelo Julio que no era pedagogo, sino agricultor,
para descansar hay que trabajar primero. Como la sociedad postmoderna vive en
un otium perpetuum, no entiende el
trabajo ni el esfuerzo. El alumno, educado desde la guardería en el ludi otium, rechaza todo lo que requiere
esfuerzo. Para subir una montaña se requiere un esfuerzo, pero, al llegar a la
cima, tenemos la recompensa a ese esfuerzo. En la sociedad posmoderna, les
hemos puesto un teleférico que les lleva directamente a conseguir las cimas y
hemos cometido un craso error: al suprimir el esfuerzo de la ascensión, hemos
arrancado el gozo de la cima.
Y
hasta aquí mi comentario a lo que dice mi compañero Paco sobre el esfuerzo.
Seguiremos con otro de los temas propuestos con mucha sabiduría, experiencia y
buen hacer por este experimentado profesor y compañero.
Por
cierto, para que no veáis que tan sólo son cosas mías, os dejo este enlace de
Pedro Adalid que, aunque es Doctor en Educación, no tiene un pelo de tonto y
aboga por el valor del esfuerzo en la educación. Non omnes stulti sumus.
https://valenciaplaza.com/la-importancia-del-valor-del-esfuerzo
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