Suficientemente
conocida es la historia romana de Cádiz y cómo algunos de sus habitantes
llegaron a ser verdaderos próceres en Roma destacando Lucio Cornelio Balbo del
que hablaremos con más detalle en otra entrada. Hoy vamos a tratar de la
familia o gens Plocia.
El primer Plocio que se tiene noticia
es Aulo Plocio Numisio cuyo origen no era gaditano, pero que se llegó a Cádiz y
construyó los sepulcros que fueron hallados en 1826 en la zona de Puerta de
Tierra. Su importancia fue grande durante la época republicana en donde hay
cuestores y ediles curules que llevan ese nomen.
El apellido Plocio es raro en el imperio salvo en la zona de Cádiz y en una
zona con fuerte influencia gaditana: Cartagena. También en Argel encontramos
una inscripción en la que, traducida al castellano, dice lo que sigue: “a los
dioses manes. Lucio Plocio Modesto. Español. Decurión del ala Miliaria (o sea,
de caballería) que vivió 23 años y militó cuatro, está en este sitio. Séate la
tierra leve. Su padre y su madre le mandaron hacer este monumento a su hijo
piadosísimo".
Pero llegamos al momento más
apasionante de los “Plocios” pues hay historiadores (Adolfo de Castro y Nicolás
Cambiaso) que afirman que Plotina Pompeya, santa esposa de Trajano,
pertenecería a esta familia. Sin embargo,
el francés Crevier lo niega y afirma que Plotina era de Pompeya. El francés alega en su afirmación
que en el muelle de Ancona hay una inscripción que dice así en latín: Plotinae
Aug. Coniugi Aug, es decir, “a Plotina Augusta. Mujer de Augusto”. Pero no sé si obviar la opinión del “gabacho”
cuya inquina por los españoles es de sobra conocida. Otros historiadores
posteriores nos dicen que Plotina era hija de Domicia Paulina, prima hermana de
Trajano, que se casó con un hombre cuyo nomen
era Adrianus y cuyo origen era itálico y que dio ese apellido a su hijo
adoptivo, el emperador Adriano.
Sea como fuere, la familia Plocia dejó
una huella indeleble en Cádiz que no fue mancillada por la corrupción como fue
el caso de los Balbo (¡No somos nadie!).
Plotina fue una esposa modelo de la que
Dion Casio cuenta que, al entrar por primera vez en el palacio de imperial,
pronunció estas hermosas palabras: “Prometo al pueblo de Roma que saldré de
aquí tal y como entro: sin haber hecho ningún mal a nadie”. No sabemos si, a
continuación, Plotina y Trajano se dedicaron a “cambiar el colchón” en el que
había dormido el anterior emperador que, si no me equivoco, fue Nerva (digo
esto por aquello que tuvo la poca gracia de contar Pedro Sánchez en su ¿libro?),
pero los romanos eran gente seria que se tomaban la política como hay que
tomársela. Plotina, cuando su marido encontró la muerte en circunstancias poco
claras en Asia Menor, más en concreto en la ciudad de Selinus de Cilicia cuyo
nombre cambiaría a partir del luctuosos hecho en Trajanópolis, volvió con su
cadáver a Roma acompañada de su sobrina Matidia y de su tutor Celio Taciano.
Pero nos estamos yendo del tema.
Si vamos a Cádiz en la actualidad,
veremos que los gaditanos, agradecidos con esta familia, le han dedicado una de
las calles de más “ambiente” de la ciudad: la calle Plocia en cuya entrada está
el monumento a Antonia Gilabert Vargas, “mi” Perla de Cádiz . Gran fama tiene
la calle por sus tabernas típicas y porque está a espaldas de la antigua fábrica
de tabacos de Cádiz. En nuestra visita a la ciudad hace pocos días la hemos
paseado asiduamente y hasta me he llegado a cortar el pelo en la peluquería de
Virogas, un uruguayo que llegó a Cádiz hace una veintena de años y con el que
estuve hablando de Mario Benedetti y de Eduardo Galeano, dos maestros uruguayos
de la escritura (público y notorio es que los taxistas de Buenos Aires y
Montevideo tratan de Deleuze y de Derrida como los de Madrid escuchaban a
Encarna Sánchez). Pero creo que me estoy desviando otra vez de la historia de
la familia Plocia…
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