Hubo una mujer que
nació en Paniza (Zaragoza) justo al comenzar el pasado siglo veinte y que llegó
a licenciarse en Filosofía y Letras en la Universidad zaragozana en 1921, logro importante para una
mujer en aquellos años en los que había muy pocas mujeres licenciadas y esas
pocas lo eran, sobre todo, en Farmacia tal y como podemos ver, sin ir más
lejos, en los archivos de la Universidad de Santiago de Compostela. Esta mujer,
en 1922, gana unas oposiciones para archivera y su primer destino en prácticas
es la Biblioteca Nacional de España. Luego, tras el periodo de prácticas, fue
destinada a Simancas y, en 1924, a Murcia en donde conoce al que sería su
marido, un profesor de física llamado Fernando Ramón Ferrando. Su carrera
continuó en Valencia donde llegó a ser directora de la biblioteca. Pero llegó
la guerra y, con la guerra, la victoria de Franco. La familia Ramón fue
depurada: Fernando perdió la cátedra de Física y esta mujer de Paniza fue
“degradada” haciéndola bajar dieciocho niveles en el escalafón del Cuerpo. Fernando
recuperaría la cátedra en Salamanca, pero ella se “tuvo que conformar” con ser
bibliotecaria de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de
Madrid.
Esa mujer de Paniza empezó a
confeccionar “un diccionario pequeñito que le iba a llevar, como mucho a lo
sumo, un par de años”. El “culpable” había sido su hijo Fernando que le había
traído de Londres el diccionario de inglés de S. Homby, el Learner’s Dictionary
of Currente English, fechado en 1948. La mujer de Paniza empezó a escribir
hacia 1955 “armada con una Mont Blanc y una Olivetti Pluma 22” y el diccionario
que le iba a ocupar dos años le acabó ocupando doce.
Su obra recibió el aplauso de filólogos
y escritores y don Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo la
propusieron para la Real Academia. Iba a ser la primera mujer en entrar en tan
docta institución. Sin embargo, la RAE eligió a Emilio Alarcos Llorach. Las
razones: que no era filóloga de formación; que era mujer y que su diccionario
no recogía voces malsonantes.
Su biógrafa Inmaculada de la Fuente lo resume
así:
Porque era una
intrusa, en cierto modo. Porque estudió historia en la universidad de Zaragoza,
pero había encarrilado su vida por el mundo de los archivos y bibliotecas y no
estaba considerada filóloga. En aquel momento sí que influyó el que fuera
mujer. Una mujer que se pone a hacer un diccionario, pero no el diccionario que
inicialmente quería hacer, sino un diccionario que además cuestionaba el de la
RAE. Creo que fue admirada, pero no valorada.
Y, para no echar más
leña al fuego, recojo las palabras de Santiago Muñoz Machado, director de la
RAE en 2021:
Me apeno de que no
fuera académica cuando bien lo merecía por el trabajo que hizo, y me alegra
celebrar y reconocer los enormes méritos de su obra. [Además agregó:] No es la
RAE la culpable de un machismo recalcitrante que existía desde hace mucho y que
se podía haber paliado cuando apareció María Moliner.
Violeta Demonte, profesora de UAM, dice
del diccionario:
El intento es
importante y novedoso. No obstante, como la fundamentación teórica y los
criterios de su análisis no son siempre claros y sus supuestos fundamentales
tienen origen intuitivo, la utilidad de su obra es desigual.
Pues ya veis la historia. Sin embargo,
disiento con Muñoz porque sinceramente creo que no fue su condición de mujer lo
que la apartó de ser académica, sino su
condición de “ajena” a la filología y a la Universidad que no tolera extraños
en su anticuada intolerancia. Fue el caso parecido de Felipe Robles Dégano,
abulense de San Esteban del Valle que fue vilmente ninguneado por los
estamentos universitarios al no ser “de la casa” aunque sus trabajos como
lingüista son de gran altura. Otra causa de la cerrazón de la RAE frente a esta
sufrida mujer fue, sin duda, que ponía en cuestión con su obra algunas entradas
del Diccionario de la RAE y eso no se lo perdonaron. Pues nada más. ¡Ah, y gracias a Santiago Muñoz que me pone el
nombre de la mujer de Paniza al final de su interesante opinión. Porque sí, la
mujer de Paniza, nacida con el pasado siglo XX, fue doña María Moliner Ruiz.
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