domingo, 13 de marzo de 2016

EL MONO AZUL






Hace algunos años que había leído una antología poética de Aquilino Duque cuyo nombre es Reloj de Arena. Me había gustado este poeta sevillano nacido en 1931, pero desconocía su faceta de novelista. Pese a que me dan un poco de miedo las novelas de poeta, me he adentrado en El mono azul, novela sobre la Guerra Civil en Andalucía y el resultado ha sido altamente satisfactorio, que diría un médico del Clínico de Valladolid. Ignacio es un señorito que se va a la guerra y en ella comprueba, una vez más, que los malos pueden ser buenos y viceversa. No sé si los chicos de Podemos han leído a Duque, pero lo dudo porque a ellos los de los pueblos “se la pelan”  (sic dixit quidam podemita), pero tendrían que hacer una lectura pausada de este libro y no leer tanto a Gramsci, que están intoxicados de tanto marxismo de salón. Esta novela está muy bien escrita y Duque se revela como un buen novelista además de un gran poeta.  El mono azul es esa prenda que se ponían tanto unos como otros; la prenda que hacía que dejaran de ser personas y se convirtieran en combatientes; la prenda que los igualaba en el odio, en la venganza y en la rabia; la prenda que parece que también, a día de hoy, quieren que nos volvamos a poner. Por cierto, que en este libro se habla de un favor, pero no lo voy a revelar porque para otra entrada quiero escribir sobre este favor. Y que nadie se suponga cosas raras.

jueves, 3 de marzo de 2016

UNA HISTORIA CREPUSCULAR






Stefan Zweig ha sido para mí un escritor de culto y lo ha sido hasta el punto de que en mi destierro abulense, coloqué una foto suya en mi habitación y la poca gente que me visitaba en aquella fría celda monacal pensaba que era mi padre. Y en cierta manera, don Stefan lo era porque, desde que leí Una partida de ajedrez, me convertí en su hijo adoptivo literario. En este relato breve, Una historia crepuscular, Zweig nos cuenta una historia al caer la tarde y en ella nos habla de un joven que se equivoca en el amor por un pequeño detalle. Todo ambientado en un castillo escocés con fantasma y todo (como debe ser). No os perdáis este pequeño libro en el tamaño, pero grande en su contenido de literatura de primera calidad que los progres de siempre condenaban en España a los quioscos porque era demasiado elegante su escritura para su estética de garbanzo y eructo. Si por una cosa me cae mal el tipo aquél del bigote, además de por ser un criminal, es porque hizo que Zweig se marchara de Austria y terminara suicidándose en Brasil. Aquel hombre, que había sido libretista de Strauss en La mujer silenciosa ( una contradictio in terminis, pero no voy a entrar en detalles) no aguantó la idea de que el dictador siguiera haciendo barbaridades muy bárbaras en el mundo. ¡Qué pena, si se hubiera esperado un poco, habría visto la caída del nazismo! A veces, hay que tener paciencia, mein Vater!

GIOVANNI STUPARICH






Me gusta Trieste, ciudad que siempre me ha sonado mucho porque mi padre trabajó en el edificio Trieste, en  la madrileña calle de O’Donell y porque en ella nació Claudio Magris, ese que se recorrió el Danubio y que lo contó en un libro y que, llegando a Bratislava, tuvo el deseo de beberse una cerveza como un servidor tuvo el deseo de tomarse un poco de mantequilla en Soria y el deseo se convirtió en oscuro objeto. Pues en Trieste, el puerto del imperio austro – húngaro, que se asomaba al mar por esta ciudad istriana, nació este escritor, Giovanni Stuparich, del que me he leído Un año de escuela en Trieste, la historia de una chica en el Instituto de la ciudad, que está bien contada. No se acaba la literatura italiana en la Divina Comedia, como decía Borges con mala leche de vacas argentinas, sino que sigue pujante en el siglo XX. Es cierto que el libro de Magris se pone algo pesado, pero eso ya es otra historia.

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ





He tardado muchos años en leer a Sor Juana Inés de la Cruz y, la verdad, ahora que la he leído, siento no haberlo hecho antes. Escribía muy bien esta monja a la que tenía a la espera de mi atención. Amor humano y amor divino se mezclan en sus poemas como era costumbre en el barroco con los tonos divinos y los tonos humanos sin que unos les impidieran a los otros ni los estorbaran. No descubro nada si os digo que estamos ante una poesía de altísima calidad. Y es que ya con llamarse como nombre de religión, de la Cruz es un grado en poesía. Leed este poema y me lo contáis.




A una Rosa

Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.

De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.

martes, 23 de febrero de 2016

EL SOL DE LOS MUERTOS




Manuel Llano ya ocupó una entrada de blog en algún mes pasado y vuelve con todo derecho pues en febrero – en el que dicen que ya busca la sombra el perro – me he leído El sol de los muertos, una bonita novela de amor y de indiano que está ambientada en Cantabria (cómo no). La trama es sencilla con el mayorazgo indinu y el ovejeru bueno junto a la rapazuca buena a la que engaña el señorito. Llano lo cuenta bien y cuenta entre medias historias de Anjanas y leyendas populares y a cada personaje le pone con su decoro, es decir, a los del pueblo les pone hablando en cantabru y los ricos en castellano. En ocasiones, tal y como dice Miguel Artigas en el prólogo de Brañaflor, obra del primer tomo de sus obras completas en la versión de Alianza, edición que estamos manejando,  el folklorista puede al poeta y ése es, a mi manera de ver, el gran error de Llano, que sacrifica sus buenas dotes de escritor a su gusto por la recopilación folklorista y su uso del dialecto de la montaña occidental.  Se es buen escritor en la lengua que se escriba y con referencia a esto recuerdo siempre a aquel chico que, en unas oposiciones en Orense, tradujo y expuso en gallego pensando que iba a llegar al corazón del tribunal. Pero el tribunal valoró los conocimientos del opositor no el manejo de la lengua gallega, sino en el manejo del latín. El que tenga oídos para oír que oiga.

LA BOFETADA


En un café de la Barcelona de los años treinta, está un general de caballería acompañado por algunos amigos. De repente, entran en el local dos hermanos y sus acompañantes. Los dos hermanos, que son jóvenes e hijos del que había sido Capitán General de Cataluña y dictador con el beneplácito del rey Alfonso XIII, se dirigen hacia la mesa en la que está sentado el sexagenario general. Uno de los hermanos, moreno y peinado con el pelo hacia atrás, sin mediar palabra, sacude un tremendo puñetazo al mando militar que, a efectos de la agresión, cae al suelo invocando su condición sexagenaria. Los dos grupos de enzarzan en una pelea mientras algunos levantan al militar caído. El joven agresor, que es alférez de caballería, perderá su grado por este ataque motivado por las palabras injuriosas que el general agredido había vertido contra su padre. El militar al que, algo aturdido por el puñetazo sientan en una silla, había sido amigo del padre del oficial, pero, una vez destituido de su dictadura, aprovechó para hacer leña del árbol caído y había arremetido contra él. Los hermanos, dolidos por los insultos a su padre, habían ido hasta el café en donde paraba el militar para tomarse venganza. Años más tarde, aquel general agredido intentaría evitar el fusilamiento del alférez, pero nunca comulgó con el partido que fundaría el joven oficial de caballería. Ambos, el alférez y el general, están en la historia de España: son el general Queipo de Llano y José Antonio Primo de Rivera.


domingo, 21 de febrero de 2016

EL NOVENTA Y TRES



Siguiendo con las obras de Víctor Hugo, me he metido al coleto El noventa y tres, título que hace referencia al año del terror dentro de la Revolución Francesa. Nos presenta Hugo a dos personajes enfrentados en dos bandos, el marqués de Lantenac, héroe bretón, y su sobrino, Gauvain, del bando republicano. Junto a Gauvain, está el sacerdote Cimourdain, republicano irredento. La novela comienza en un barco en donde, de incógnito, viaja el marqués y en donde hace justicia de manera peculiar, premiando y ejecutando al artillero culpable de que un cañón se soltara y aterrorizara a los marineros entre los que se cobró algunas víctimas. (Este episodio es uno de los pasajes más espectaculares que he leído nunca después de llevar unos cuantos años leyendo). Luego asistimos a una “taberna fantástica” parisina en la que los líderes de la Revolución hablan. Y luego, asistimos a la toma de una torre en la Vendée, en donde , una vez más, los malos pueden ser buenos y viceversa, porque en el corazón del hombre siempre queda un reducto para la piedad con sus semejantes. Y luego… Mejor os leéis la novela y la disfrutáis porque cualquier cosa que diga sobre ella no puede hacer sino empequeñecer semejante obra de arte que no es sino un placer para la lectura.