A cada
tonto le da con su tema y a mí me ha dado por la lectura de Palacio Valdés. Disfruto
con ella y no me meto con nadie así que no veo inconveniente ni daño en mi
afición por el escritor asturiano. La última novela que me he leído ha sido La alegría del capitán Ribot, una bonita
novela sobre la conciencia en el hombre. Los personajes de Palacio Valdés
tienen espíritu y vida, están bien modelados por el escritor que, además, sabe
ubicarlos en sus ambientes, en este caso el levante español. Y es que la novela,
aunque arranca en Gijón, se traslada en seguida hasta Valencia y, en esa ciudad
levantina, va describiendo Palacio Valdés con minuciosidad los diferentes
personajes. No puedo contaros la novela, pero tan sólo os diré que comienza,
como dije antes, en Gijón, más en concreto en el bar El cometa en donde Julián
Ribot, capitán de la marina mercante en el Urano, está degustando un plato de
callos tras contarnos en dónde los hacen mejor en España. De pronto, se oye un
grito y es que una mujer ha caído al agua. El capitán Ribot se echa al mar y la
rescata, pero él queda prisionero de Clara, la hija de doña Amparo, la mujer
que cayó en el puerto. Clara está casada con Emilio Martí y Ribot se verá en un
brete pues se hace íntimo amigo de Emilio. Ya no os puedo contar más. Si leéis
la novela, no os defraudará. Como bien dice en el reverso de la portada de la
antigua colección Austral, la prosa de Palacio Valdés es sencilla, transparente
y directa. Así sus novelas, muy equilibradas y bien construidas, son de lectura
consoladora. No se puede decir mejor.
Tan
sólo un fragmento de la obra para que vayáis preparando vuestro apetito lector.
Porque antes de las satisfacciones del amor,
antes que todos los goces de la tierra y aun de los del cielo, si me los
ofreciesen, estimo la paz de mi conciencia.
¡Qué
palabras tan hermosas en un mundo que ha perdido la conciencia!
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