Cuando llega junio, el recuerdo de este poeta cordobés, Pablo García
Baena y, con él, los poetas del grupo
Cántico es casi obligado. Estos escritores han estado y están muy presentes en mi vida y
en mi poesía. No escribiría como escribo si no los hubiera leído. Hoy, puesto que
comenzamos este mes hermoso que para Gabriel Miró coincidía con el olor de la
felicidad, os traigo a García Baena, pero otro día será Julio Aumente, Juan Bernier,
Ricardo Molina o Vicente Núlez. Y, claro, no podía ser menos para este mes que
traer hasta este rincón de poesía el poema que dedica a junio. Bellísimo contraste
con la sociedad soez que tenemos que aguantar día tras día.
Bajo tu sombra, junio...
Bajo
tu sombra, junio, salvaje parra,
ruda
vid que coronas con tus pámpanos las dríadas desnudas,
que
exprimes tus racimos fecundos en las siestas
sobre
los cuerpos que duermen intranquilos,
unidos
estrechamente a la tierra que tiembla bajo su abrazo,
con
la mejilla desmayada sobre la paja de las eras,
la
respiración agitada en la garganta
como
hilillo de agua que corriera secreto entre las rosas
y
los labios en espera del beso ansioso
que
escapa de tu boca roja de dios impuro.
Bajo
tu sombra, junio,
yedra
de sangre que tiende sus hojas
embriagando
de sonrisas la pared más sombría,
la
piedra solitaria;
junio,
paraíso entre muros, que levantas la antorcha de tus árboles
ardiendo
en la púrpura vesperal,
bajo
tu sombra quiero ver madurar los frutos,
las
manzanas silvestres y los higos cuajados de corales submarinos,
la
barca que va dejando por los ríos lejanos sus perfumes,
los
bosques, las ruinas,
las
yuntas soñolientas por los caminos
y
el zagal cantando con un junco en los labios.
Quiero
oír el inquieto raudal de los torrentes,
el
crujido de las ramas bajo el peso del nido
y
el resonante silencio de las constelaciones
entreabriendo
sus alas como pájaros espumantes de fuego
al
fúnebre conjuro de los nocturnos pífanos.
Bajo
tu sombra quiero esperar las mañanas fugitivas de frescura
y
los atardeceres largos como miradas
cuando
todo mi ser es un canto al amor,
un
cántico al amor entregado,
mientras
las manos se curvan sobre las espaldas desnudas
y mis párpados se tiñen con el violento
jacinto de la dicha.