¡Qué gran poeta si hubiera
tenido otro país que le hubiera entendido! Y no me valen las gracias de Juan
Ramón, otro gran poeta, cuando decía que era un mal poeta traducido del inglés.
Cernuda fue un poeta sensible, demasiado sensible en un país de puros machos
ibéricos. He releído su poemario Las
nubes y me ha dicho tanto o más que la primera vez que lo leí. ¡Qué hondura
de poemas y qué hondura de poeta! Se le lee muy poco quizás porque sus poemas
son difíciles de recordar, pero su lectura es siempre gratificante. También se
ha puesto en duda su amor a España en estos tiempos en que ya nadie cree en
España sino es para esquilmarla. Leed el poema del libro que comento para que
se os despejen las dudas. En definitiva, un gran poeta para un país que no lo
supo entender. Este poema que subo a mi blog tiene muchas reminiscencias de
otro gran poeta sevillano del que parece que ahora da vergüenza hablar: Gustavo
Adolfo Bécquer. Sin embargo, los pocos espíritus que no están embrutecidos por
la telebasura lo apreciarán.
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
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