sábado, 1 de junio de 2013

UN STERNE QUE NO DESTERNILLA






 

         Reconozco que era un libro que tenía ganas de leer y que he tardado casi veinte años en hacerlo desde que me habló de él, allá en un bar de la calle Atocha de Madrid, mi buen amigo Pablo Perera, el filósofo de Pozuelo. Estábamos los dos preparando las oposiciones a profesores de Bachillerato y en aquel bar madrileño nos estuvimos metiendo para el cuerpo los temas de pedagogía. (Que Dios no nos lo tenga en cuenta) Pues bien, decidí leer en este mes el Tristram Shandy en la traducción de Javier Marías, traducción que, por otra parte, fue galardonada con el Fray Luis de León. Me puse a ello y ha poco que me he terminado el Tristram,  los Sermones  las  más ¡mil notas al texto! que coloca don Javier. Si tengo que ser sincero el libro, el Ulises del siglo XVIII como lo llaman algunos, no me ha entusiasmado. Salvo el libro VII en que relata su viaje por Europa, el libro me ha resultado algo farragoso y, pese a la gracia que le hace a Marías, no me ha hecho sonreír nada más que al principio. Sí es verdad que se adelanta a su tiempo con páginas en blanco, páginas en negro, dibujos y otras lindezas, pero, desde luego, no es “el Quijote inglés”. Sterne era quizás un extravagante como Joyce capaz de escribir bien como lo hace en su Viaje, y como lo hizo Joyce en Dublineses o en el  Retrato del artista adolescente, pero insufrible en su Ulises. En fin, los diez folios de notas que he tomado dan fe de mi lectura “profunda” y “aprovechada”, pero como dijo don Alfredo Kraus tras grabar I puritani de Bellini, non più mai.

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