Cuando un servidor
estaba en la facultad, estaba de moda leer a la Blanca Andréu que era la poesía
más moderna que se podía leer. El libro de la niña de provincias que se vino o
se fue a vivir en un Chagall estaba en boca de todos aunque yo, que era bastante
brutillo, no había leído nada moderno y me había quedado en Miguel Hernández y
en Sombra del Paraíso. Por aquel libro le habían dado allá por el año 1980 d. C
el premio Adonais. Yo no entendí nada
en aquella lectura con caballos de marihuana (cito de memoria, que me perdone
Blanca Andréu) y no volví a tocar el libro hasta que la poetisa fue a Ávila.
Entonces leyó cosas de este libro y de otros que había escrito después como,
por ejemplo, el de Elphistone. Al
acabar, hablé con ella y le dije que me había gustado sus últimos poemas. Se
sintió halagada y yo me marché para la bien abastecida biblioteca abulenses en
donde saqué en préstamo también su Báculo de Babel, por el que había recibido
el Fernando Rielo de poesía mística. Ahora he regresado de nuevo a su lectura y
os dejo unos poemas de aquel libro que prologó Francisco Umbral del que Blanca
Andréu fue musa cuando desde provincias se vino a un Chagall. Por cierto, he
releído este libro fundamental en la poesía española moderna ya me voy
enterando. Señal de que en veinticuatro años algo he madurado en mis lecturas.
DI QUE QUERÍAS SER CABALLO ESBELTO
Di que querías ser caballo esbelto, nombre
de algún caballo mítico,
o acaso nombre de tristán, y oscuro.
Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años,
di sur, y di paloma adelfa blanca,
que habrías querido ser en tales cosas,
morirte en su substancia, ser columna.
Di que demasiadas veces
astrolabios, estrellas, el nervio de los ángeles,
vinieron a hacer música para Rilke el poeta,
no para tus rodillas o tu alma de muro.
Mientras la marihuana destila mares verdes,
habla en las recepciones con sus lágrimas verdes,
o le roba a la luz su luz más verde,
te desconoces, te desconoces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario