De
Emilio Carrere leí en Madrid, hace más de un década, La torre de los siete jorobados, un libro fantasioso o fantástico
que me gustó de tal forma que a una
torre que había en General Oraa, cerca de mi casa, la llamaba como la torre del
libro y me la imaginaba llena de jorobados. He atacado ahora su libro de poemas
El caballero de la muerte en el que
se incluye el famosísimo La musa del
arroyo que gozó de gran predicamento en su tiempo. Fue amigo de Pedro Luis
de Gálvez, el poeta que dio pie al iluminado de Prada para escribir Las máscaras del héroe, un libro que leí
en tres tardes y que reconozco que me gustó. Pero, claro, eso fue antes de que
el chico listuco empezara a escribir a tontas y a locas y a pontificar sobre
teología. Aun a riesgo de que me digáis que todo me gusta y que a nada le pongo
peros, os digo que sus poemas no me han sentado mal y que los hay muy
interesantes como por ejemplo el que os acabo de citar. Helo ahí:
I
Cruzábamos tristemente
las calles llenas de luna,
y el hambre bailaba una
zarabanda en nuestra mente.
Al verla triste y dolida,
yo la besaba en la boca.
-¿Por qué aborreces la vida,
risa loca?
No llores, rosa carnal,
que yo robaré el tesoro
de la tiara papal
para tus cabellos de oro.-
Y un espíritu burlón
que entre las sombras había,
al escuchar mi canción
se reía, se reía…
II
De la fría fuente clara
en el sonoro cristal,
la luna brillaba igual
que una moneda de plata.
Temblaba su mano breve
de blanca y sedeña piel.
-¡Que bonita cae la nieve
y que cruel!-
-No tiembles yo haré un corpiño
para tus senos triunfales,
con la pompa del armiño
de los mantos imperiales.-
Y un espíritu burlón
que entre las frondas había,
al escuchar mi canción
se reía, se reía…
III
Noche de desolaciones
eterna, que llame en vano
con la temblorosa mano
en los cerrados mesones.
Lloraba un violín distante
con tanta melancolía
como nuestra vida errante.
-¡Reina mía!
Da tu dolor al olvido;
Yo te contare la historia
de una princesa ilusoria
de un reino que no ha existido.-
Y un espíritu burlón
y cruel que en la calle había,
al escuchar mi canción
se reía, se reía…
IV
¡Triste voluntad rendida
al dolor de la pobreza!
-¡Oh la infinita tristeza
de la amada mal vestida!-
Palabra de amor que esconde
la llaga que va sangrando,
y andar, siempre andar. ¿Adónde?
¿Y hasta cuándo?
-Ya apunta la claridad…
Ya verás como se muestra
propicia y mágica nuestra
madre, la Casualidad.-
Y en la encrucijada umbría
de la suerte impenetrable,
la Miseria, la implacable,
se reía, se reía.
Pues nada. ¡Viva la
Bohemia!
Hace poco vi una película de Edgar Neville sobre La torre de los siete jorobados. Muy interesante.
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