Cuando
leí La ventana daba al río de Rafael
García Serrano, me gustó. Había mucho
camarada suelto por la obra, pero la historia de amor me llegó. Ahora me he
enriscado con Eugenio o la consagración
de la primavera y la primera obra, la que da título al libro no me ha
gustado mucho porque no me gusta esa alegría de gatillo fácil, ni la dialéctica
de los puños y las pistolas ni la guerra como fiesta y batiburrillo. Ese
Eugenio que se pegaba con los marxistas (a lo mejor se lo merecían, yo qué sé)
con la alegría ebria de la violencia justificada por las ideas, no es mi tipo.
Sin embargo, en los otros relatos breves que contiene la publicación, me
encuentro más a gusto. Siguen oliendo a macuto, pero también hay bonitos
detalles como ese Cristo que nace a las nueve en la iglesia abandonada de un
pueblo del frente. Camarada García Serrano, te espero para dentro de poco en La plaza del castillo, en esa que creo
que es tu mejor novela aunque Manolo Cambronero, ese gran librero
vallisoletano, lo calificara de prosa fascista a lo que tú, de seguro, responderías:
¡Y a mucha honra, camarada, y a mucha honra! Y rematarías gritando bajo los luceros:
¡Arriba España!
sábado, 31 de enero de 2015
AL - MUTAMID
Oí
hablar de Al-Mutamid en un disco de Carlos Cano que contenía una canción cuyo
nombre era “El rey Al-Mutamid dice adiós a Sevilla”. Me gustaba aquel disco (
es un vinilo que conservo como oro en paño y perdón por el topicazo en una caja
de cartón). Ya a finales del año pasado, compré de viejo, of course, los zéjeles de Ben – Quzman en la traducción magistral
del gran arabista Emilio García Gómez y estos poemas que reseño ahora de Al
Mutamid en traducción, introducción y notas de Miguel José Hagerty. Lo que quisiera
destacar es cómo en estos poemas brota la delicadeza árabe de los jardines y la
sensibilidad de este pueblo que estuvo por estos pagos ocho siglos. Luego,
cierto es, cogían el alfanje y no quedaban cabeza sobre tronco de los pobres
cristianos, pero eso es otra historia. Tampoco los cristianos se quedaban
chicos sacudiendo mandobles en aquellos tiempos un tanto bárbaros, Sin embargo,
lo que sorprende es que en esos tiempos a los que tenemos como bárbaros ( si en
verdad lo fueron, ya es otra historia) surgieran poemas tan bellos como este:
El alba arrancó la ropa de la
oscuridad como Maha arrancó mis penas con
la mano.
Brindemos por ella con el vino
de su saliva, color de mejillas tristonas.
CUADERNO DE BROTES
Desde los remotos tiempos abulenses, Vicente Gallego, poeta
valenciano que ama como yo al maestro Brines, ha sido uno de los míos, uno de
los que al leerlo sientes ese golpe que tiene la buena poesía. Me llevaba
tiempo esperando este Cuaderno de brotes,
el último libro (que yo sepa), publicado en 2014. Cuando al fin lo he podido
leer, me he encontrado con un libro de prosa poética, género del que tengo
dudas sobre su existencia, pero un libro, como todos los de Gallego,
especial. Me ha gustado mucho, tanto
como otros libros suyos escritos “en verso”. No me extiendo más pues basta con
un poema:
Al
salir al porche esta tarde en vilo del verano, la fragancia letal del jazminero
le ha roto la cintura al pensamiento y la carne se ha visto a solas con las flores.
Es que nadie va a escucharme si le digo que no se empeñe en morir, que todo es
un aroma, aroma sólo.
Como
veis, el temblor y el temor de la belleza están en las palabras sagradas de
Vicente Gallego
LA BIEN PLANTADA
No he
leído mucho de Eugeni D’Ors, el abuelo de ese poeta al que tanto admiro que es
Miguel D’Ors y con el que comparto el río Almofrey. Ha tiempo, leí El valle de Josafat y ahora, tras una
cita que aparece en un libro de García Serrano, me decido por la lectura de La bien plantada. La obrita (es una
novela que no supera las 106 páginas en la edición de Calpe del año 1920) trata
sobre una mujer llamada Teresa que representa el ideal femenino de la elegancia
de este barcelonés de Atenas. Poco leído, D’Ors merece relecturas de su palabra
culta, casi en griego clásico. Para los intelectuatas, le ha perdido el que
escribiera en el Arriba y que fuera
bilingüe en catalán y en castellano; o que, entre sus amistades, se contara mi muy admirado Foxá del que no me
puedo contener a referir esta anécdota.
D’Ors estuvo en El Pardo viendo a Franco y, al volver a la
tertulia en la que participaba Foxá, éste le pregunto:
-
¿Qué tal?
-
Bueno, Napoleón , en Weimar, estuvo más atento
con Goethe.
-
Maestro, usted no es Goethe.
-
Tampoco él es Napoleón.
Me está esperando en mi anaquel de lista de espera “Tres
hora en el Museo del Prado” que seguro que será un placer leer. Ya os contaré.
miércoles, 28 de enero de 2015
LA ALQUERÍA DE LOS CIPRESES
Hace poco os
hablaba de nuevo de mi querido Marqués de Lozoya. Esta vez es para hablaros de
un apunte de novela que se lama “La alquería de los cipreses”. Tenemos que
explicar, en primer lugar, que Juan de Contreras obtuvo cátedra en Valencia y
que allí estuvo profesando durante algunos años. Su visión de poeta y de
escritor, que él por modestia casi negaba para prevaleciera su actividad
profesoral, era tan fuerte en él que escribió este apunte en un ambiente
valenciano. Y don Juan lo escribe bien, con un estilo que recuerda, quizás por la ambientación de la
obra, al maestro de Monóvar. Con su habitual m modestia, dijo el marqués que
dejó de escribir porque venían tras él unos de los que no era digno de atarles los
zapatos. Y es que este segoviano era así: sencillo, noble, buena persona y generoso.
Apenas es conocida esta novelilla, pero su lectura es un deleite que os
recomiendo. La publicó la Caja de Segovia allá por 1977 en una edición facsímil
de la primera edición en la Tipografía Moderna en la capital del Reino de
Valencia. Pero no os penséis que con esto he terminado con mi marqués pues aún
me queda por leer una novela histórica que escribió sobre sus muy amadas
tierras segovianas. Cuando la lea, quizás para el verano, ya os contaré.
Mientras tanto, a seguir con nuestro invierno castellano.
lunes, 26 de enero de 2015
LA CARICIA DEL ASFALTO
Hacía
tiempo que no leía un libro poético con enjundia, con aquello que mi querido y
admirado don Antonio Ruiz de Elvira denominaba, aplicado a la música de Hnadel,
mas strepitum, es decir, el rotundo
sonido del macho. Digo esto porque ya está uno harto de poetas llenos de libélulas
temblorosas que escriben para ganar concursos que les han amañado los amiguetes
cuyos nombres no cito porque los conocemos todos. Lo digo también porque estoy
harto de poemas sin fuerza, sin brío (renglones de prosa mal cortada para que
la lean gentes que no leen poesía porque, hoy en día, señores, aunque parezca
contradictorio, la poesía se escribe para los que no leen poesía). De ahí que
tenga que ser una prosa malparida y malcortada la que sustituya a los versos
que otrora tenían rima y ritmo, algo de lo que ya nadie se acuerda. Y lo digo,
sobre todo, porque este libro que nació, como tantas cosas en España, en una
taberna en la que no entrarían jamás los paulcelanines
que ganan los premios “literarios” porque se han olvidado de que hay más
sabiduría en el vino de las tabernas que en los vinos de crianza con que bañan
sus entecas obras los paniaguados de Gobiernos, Comunidades, Academias y Ayuntamientos,
digo pues que hay más poesía que en todas las publicaciones que se repiten como
clones. Además el libro hace que nos
movamos en nuestras maravillosas butacas burguesas. Como bien dice otro gran
poeta, Antonio Capilla Loma, una carga de profundidad contra las conciencias
abotargadas. ¡Amigo, José Carlos, sin saberlo, tu y yo, como Strauss y Mahler,
estábamos escribiendo sobre el mismo tema cuando el primero escribí su Tod und
Verklärung y el segundo, su segunda
Sinfonía, la “Resurrección”. Tú, con tu Caricia
del Asfalto, magnífico libro que quiere llevar la voz a los que la historia
se la robó y un humilde servidor con sus Voces
acalladas que nunca termino pues el dolor y la injusticia no me dan
cuartel. Los verdaderos lectores de poesía, los que sabemos que el poema está
vinculado con lo santo (das heilig) y
que heilig viene del verbo heilen, aliviar, te agradecemos este
libro grandioso cuyos poemas se contarán en las trincheras de esta revolución a
la que acudiremos vestidos con nuestros viejos vaqueros y que consiste en dar
la voz a quienes soportaron durante siglos que los poderosos les escribieran su
historia.
LE CAFÉ DE LA JEUNESSE PERDUE
Mi
amigo Pablo Perera Velamazán me decía cuando íbamos a la FNAC de Callao que
había libros que nada más arrancar se veía su calidad y, sin duda, este es el
caso de este Le café de jeuneuse perdue
de Patrick Modiano. Desde el arranque, cuando en ese café plagado de bohemios,
la “cámara” se centra en Louki, esa misteriosa mujer que quizás todos hemos
amado alguna vez, la novela va creciendo hasta convertirse en una obra maestra.
Literatura de altísimo nivel en un París maravilloso del que se ve que Modiano
está, como un servidor, ciegamente enamorado.
ACOSTARSE CON MACISTE
Mi compañera de latín me pasó en las Navidades Una novelita lumpen del chileno Roberto
Bolaño, un autor del que no había leído nada, salvo los comentarios en los que
pone a parir a todo colega y que aparecen en ese curioso libro que se llama Escritores contra escritores. Los perros románticos, lo tengo escrito
en este blog, no me gustó: es prosa cortada en trozos para que parezca poesía.
Tampoco el Otoño en Gerona que acabo
de terminar y que ya analizaré junto a los otros tres libros que presenta el
volumen. La lectura de la tal novelita lumpen me ha hecho reír mucho porque,
aunque Bolaño pretende que nos aflijamos con la vida tan lumpen de la
protagonista, el hecho de que “las veamos venir dende la era” como decía Floro,
vecino que fue de Laguna de Duero, y, en segundo lugar, el que la muchacha,
tras acostarse con los amigos de su hermano (eso estaba tan cantado como los
muertos en el spaghetti western que se iban cantando y contando en los cines de
barrio) se acuesta (¡manda carallo! que diría uno de Pontevedra) con el actor
ya un tanto “ajado” que protagonizaba aquellas películas de péplum de serie B que se conocía como
Maciste y de las que tenemos un montón para no elegir salvo que estemos algo
sobrados de tiempo o mal de la chimenea. A mí, el que esta señora, que tantos
hombres ha probado y que tantos hombres la han catado, acabe en los brazos de
un ajado actor que protagonizó a Maciste en sus años mozos me parece hilarante,
vamos, para partirme, con perdón, el culo. Será que no veo el existencialismo de
estos personajes que todo lo curan, como una variedad de monos, dándole al
fornicio.
LA BESTIA HUMANA
Nunca había leído a Zola, pero no me preguntéis los motivos.
Hay lecturas que se van acumulando y lagunas que van creciendo con las lluvias
del otoño de la edad. Sin embargo, algún día, hay que empezar a desecar estas
lagunas y adentrarse en ligero esquife para poder llenar ese vacío. Para tal
menester, compré – de viejo, como casi siempre – una traducción de La Bête Humaine de Antonio Sánchez
Barbudo, erudito profesor de quien recuerdo un libro dedicado a los poemas de
Antonio Machado. El libro de Zola es sensacional. Nadie que lea esa tormenta
bajo la nieve con Jacques a los mandos de la Lyson y Pecqueux de fogonero puede
quedar indiferente. Y éste es tan sólo un pasaje de un libro cuajado de grandísima
literatura, de esa que deja regusto en la boca como un buen vino. Sin embargo,
los personajes actúan movidos, como en la tragedia griega, por fuerzas que los
superan y que los convierten en peleles. Jacques mata porque tiene que matar,
movido por un impulso atávico y genético que le lleva a matar a la mujer que
ama como el macho destripaba a la hembra en las selvas remotas de la humanidad;
Flora no puede dejar de amar a Jacobo y hace que descarrile el tren con tal de
matar a su amado y a Severina; Roubaud mata
al presidente de la compañía llevado por los celos. Curiosamente, el único
“buen salvaje”, Cabouche, es el que
carga con la culpa de un crimen que no
ha cometido. Hasta la locomotora (los trenes son un personaje más en la novela)
enloquecida arrastra a los pasajeros a la muerte. Pero así era el naturalismo
en el que el libre albedrío del hombre se veía reducido a la nada. Servidor,
que sí que había leído y mucho a la Pardo Bazán ha podido comprobar que la
condesa era naturalista descafeinada en comparación con el padre del movimiento
literario. En definitiva, una gran novela para empezar el año que recomiendo a
todo aquel que no tenga el gusto estragado por la horrible literatura que se
expende en los centros comerciales.
jueves, 1 de enero de 2015
ROBERTO BOLAÑO, POETA
A Roberto
Bolaño tengo muchas ganas de leerlo como novelista, pero hasta el momento no me
he estrenado, no por falta de ganas, sino porque tengo la lista a rebosar. Sin
embargo, como quería a leer algo suyo, me puse con los Perros románticos , una lectura que me ha revelado una poesía de
tipo narrativo de gran interés. Tengo sobre mi mesa de trabajo, esa que tanto
se parece a la mesa de aquel zapatero marinense que se llamaba el señor
Fernando, Tres, otro libro de poemas
de Bolaño. Y ya os seguiré contando.
El fantasma de Edna Lieberman
Te visitan en la hora más oscura
todos tus amores perdidos.
El camino de tierra que conducía al manicomio
se despliega otra vez como los ojos
de Edna Lieberman,
como sólo podían sus ojos A
elevarse por encima de las ciudades
y brillar.
Y brillan nuevamente para ti
los ojos de Edna
detrás del aro de fuego
que antes era el camino de tierra,
la senda que recorriste de noche,
ida y vuelta,
una y otra vez,
buscándola o acaso
buscando tu sombra.
Y despiertas silenciosamente
y los ojos de Edna
están allí.
Entre la luna y el aro de fuego,
leyendo a sus poetas mexicanos
favoritos.
¿Y a Gilberto Owen,
lo has leído?,
dicen tus labios sin sonido,
dice tu respiración
y tu sangre que circula
como la luz de un faro.
Pero son sus ojos el faro
que atraviesa tu silencio.
Sus ojos que son como el libro
de geografía ideal:
los mapas de la pesadilla pura.
Y tu sangre ilumina
los estantes con libros, las sillas
con libros, el suelo
lleno de libros apilados.
Pero los ojos de Edna
sólo te buscan a ti.
Sus ojos son el libro
más buscado.
Demasiado tarde
lo has entendido, pero
no importa.
En el sueño vuelves
a estrechar sus manos,
y ya no pides nada.
El fantasma de Edna Lieberman
Te visitan en la hora más oscura
todos tus amores perdidos.
El camino de tierra que conducía al manicomio
se despliega otra vez como los ojos
de Edna Lieberman,
como sólo podían sus ojos A
elevarse por encima de las ciudades
y brillar.
Y brillan nuevamente para ti
los ojos de Edna
detrás del aro de fuego
que antes era el camino de tierra,
la senda que recorriste de noche,
ida y vuelta,
una y otra vez,
buscándola o acaso
buscando tu sombra.
Y despiertas silenciosamente
y los ojos de Edna
están allí.
Entre la luna y el aro de fuego,
leyendo a sus poetas mexicanos
favoritos.
¿Y a Gilberto Owen,
lo has leído?,
dicen tus labios sin sonido,
dice tu respiración
y tu sangre que circula
como la luz de un faro.
Pero son sus ojos el faro
que atraviesa tu silencio.
Sus ojos que son como el libro
de geografía ideal:
los mapas de la pesadilla pura.
Y tu sangre ilumina
los estantes con libros, las sillas
con libros, el suelo
lleno de libros apilados.
Pero los ojos de Edna
sólo te buscan a ti.
Sus ojos son el libro
más buscado.
Demasiado tarde
lo has entendido, pero
no importa.
En el sueño vuelves
a estrechar sus manos,
y ya no pides nada.
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