No he
leído mucho de Eugeni D’Ors, el abuelo de ese poeta al que tanto admiro que es
Miguel D’Ors y con el que comparto el río Almofrey. Ha tiempo, leí El valle de Josafat y ahora, tras una
cita que aparece en un libro de García Serrano, me decido por la lectura de La bien plantada. La obrita (es una
novela que no supera las 106 páginas en la edición de Calpe del año 1920) trata
sobre una mujer llamada Teresa que representa el ideal femenino de la elegancia
de este barcelonés de Atenas. Poco leído, D’Ors merece relecturas de su palabra
culta, casi en griego clásico. Para los intelectuatas, le ha perdido el que
escribiera en el Arriba y que fuera
bilingüe en catalán y en castellano; o que, entre sus amistades, se contara mi muy admirado Foxá del que no me
puedo contener a referir esta anécdota.
D’Ors estuvo en El Pardo viendo a Franco y, al volver a la
tertulia en la que participaba Foxá, éste le pregunto:
-
¿Qué tal?
-
Bueno, Napoleón , en Weimar, estuvo más atento
con Goethe.
-
Maestro, usted no es Goethe.
-
Tampoco él es Napoleón.
Me está esperando en mi anaquel de lista de espera “Tres
hora en el Museo del Prado” que seguro que será un placer leer. Ya os contaré.
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