Cuando
leí La ventana daba al río de Rafael
García Serrano, me gustó. Había mucho
camarada suelto por la obra, pero la historia de amor me llegó. Ahora me he
enriscado con Eugenio o la consagración
de la primavera y la primera obra, la que da título al libro no me ha
gustado mucho porque no me gusta esa alegría de gatillo fácil, ni la dialéctica
de los puños y las pistolas ni la guerra como fiesta y batiburrillo. Ese
Eugenio que se pegaba con los marxistas (a lo mejor se lo merecían, yo qué sé)
con la alegría ebria de la violencia justificada por las ideas, no es mi tipo.
Sin embargo, en los otros relatos breves que contiene la publicación, me
encuentro más a gusto. Siguen oliendo a macuto, pero también hay bonitos
detalles como ese Cristo que nace a las nueve en la iglesia abandonada de un
pueblo del frente. Camarada García Serrano, te espero para dentro de poco en La plaza del castillo, en esa que creo
que es tu mejor novela aunque Manolo Cambronero, ese gran librero
vallisoletano, lo calificara de prosa fascista a lo que tú, de seguro, responderías:
¡Y a mucha honra, camarada, y a mucha honra! Y rematarías gritando bajo los luceros:
¡Arriba España!
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