Oí
hablar de Al-Mutamid en un disco de Carlos Cano que contenía una canción cuyo
nombre era “El rey Al-Mutamid dice adiós a Sevilla”. Me gustaba aquel disco (
es un vinilo que conservo como oro en paño y perdón por el topicazo en una caja
de cartón). Ya a finales del año pasado, compré de viejo, of course, los zéjeles de Ben – Quzman en la traducción magistral
del gran arabista Emilio García Gómez y estos poemas que reseño ahora de Al
Mutamid en traducción, introducción y notas de Miguel José Hagerty. Lo que quisiera
destacar es cómo en estos poemas brota la delicadeza árabe de los jardines y la
sensibilidad de este pueblo que estuvo por estos pagos ocho siglos. Luego,
cierto es, cogían el alfanje y no quedaban cabeza sobre tronco de los pobres
cristianos, pero eso es otra historia. Tampoco los cristianos se quedaban
chicos sacudiendo mandobles en aquellos tiempos un tanto bárbaros, Sin embargo,
lo que sorprende es que en esos tiempos a los que tenemos como bárbaros ( si en
verdad lo fueron, ya es otra historia) surgieran poemas tan bellos como este:
El alba arrancó la ropa de la
oscuridad como Maha arrancó mis penas con
la mano.
Brindemos por ella con el vino
de su saliva, color de mejillas tristonas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario