No se
podía imaginar esa señorita coruñesa oriunda de la Maragatería que ese poeta
llamado Remigio Terán que subió en la estación de San Pedro de Oza llegaría a
ser tan importante en su vida. Florinda se llama la muchacha y va con su tía al
pueblo maragato de Valdecruces , (el nombre lo dice todo)trasunto de Castrillo
de Polvazares, pues su padre ha emigrado a América para poder remediar la
situación familiar que ya anteriormente ha intentado cambiar el tío Isidro, sin
suerte por una desgraciada enfermedad. En el pueblo se encuentra con esas
mujeres maragatas que, con los maridos emigrados y que regresan, si pueden, una
vez al año, viven como auténticas esfinges. Pero las deudas aprietan cada vez
más a la familia Salvadores y la única salvación es que Mariflor, que así se
llama ahora Florinda en el pueblo de su padre, se case con su primo Antonio,
rico comerciante en Valladolid. Pero Mariflor quiere al poeta y desprecia al
primo Antonio. Sin embargo, las deudas y las hipotecas urgen una decisión
rápida. Obviamente, no os voy a decir cuál es la decisión de Mariflor, pero tan
sólo os aventuro que entre la familia y el amor, elegirá la salvación de la
familia. Creo que, sin querer, os lo he dicho todo. La novela está
maravillosamente escrita, con una prosa que se acerca mucho a la poesía:
Un
devoto murmullo acarició los compungidos semblantes de las mozas, que llegaban
a Valdecruces cuando ya, en precoz anochecer, moría la tarde malherida de
nieve.
La prosa de Concha Espina está trufada de palabras del
dialecto maragato y la elegancia de su estilo encandila al lector. La podéis
encontrar, como siempre, en “mi” colección Austral con el número 1230.
Disfrutadla que merece la pena.