Siempre que se
habla de chacolí, nos trasladamos mentalmente a Vizcaya y nos vemos tomando un
chiquito en el Botxo. Y esto es tan así que nos parece mentira que pueda haber
chacolí fuera de Vizcaya y de Baquio, el lugar de donde, según la tradición, es
el mejor chacolí. Por eso, habrá personas que se extrañaran si digo que en
Cantabria se ha tomado chacolí desde siempre y que así lo recoge Amós de Escalante,
el gran escritor cántabro en su obra Costas
y Montañas, hablando del chacolí de Limpias:
No hace muchos
años que en toda la comarca montañesa daban su nombre de chacolí no sólo a la tienda y lugar donde se vendía, sino a todo
paraje de huelga, baile y bureo.
Pero también es
de notar que el chacolí se produce en los valles burgaleses de Mena, en el de
Tobalina, en el de Las Caderechas y en Miranda de Ebro y su alfoz.
Y cuento esto
porque en 2010, el Gobierno Vasco decidió solicitar que el chacolí fuera vino
con denominación exclusiva en el País Vasco lo que provocó las iras
justificadas de los cántabros, cuya producción de chacolí se remonta al siglo
XIII según Fernando barreda en su libro El
chacolí santaderino desde los siglos XIII al XIX, y de los habitantes de Miranda que tienen
incluso una calle dedicada al chacolí en su barrio de Bardauri.
Por tanto,
espero que después de estas argumentaciones, cuando pensemos en el exquisito
chacolí no pensemos tan sólo en el del País Vasco, sino que pensemos también,
por justicia, en el cántabro y en el burgalés que son tan históricos como el de
Vizcaya o Guipúzcoa.
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