Leí hace tiempo en Suances el
libro de Patrick Süskind El contrabajo
y me quedó un regusto a libro divertido que aún me dura. ¡Qué peripecias las de
ese pobre contrabajista con el contrabajo en su casa que parece que le vigila
en todo momento! Sin embargo y pese a esta buena impresión, no había vuelto a
leer a Süskind. Pero el otro día, hablando con Francisco Hernández Ovejero,
culto compañero del Instituto, me refirió lo interesante que era el libro La historia del señor Sommer, de Süskind
también, y me puse a ello. El libro me ha parecido fantástico porque va
contando historias de la infancia llenas de gracia (su cita con Carolina
Kückelmann o la hilarante historia del moco de la señora Funkel en la tecla de
fa sostenido, una de las mejores historias que he leído nunca) con la marcha
perpetua del señor Sommer que cruza de manera transversal todo el libro. Sommer
evita el suicidio del protagonista después del episodio del moco y un buen día
Sommer se suicida en el lago. Nadie sabía por qué andaba y pensaba que era por
claustrofobia, pero la realidad era muy otra: andaba y andaba para huir de la
muerte. Pero no sabía Sommer que la muerte, como dice el viejo cuento, siempre
nos espera en Samarcanda o, sin ir más lejos, en cualquier lugar.
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