Un día, yendo en el coche camino
de Olmedo con mi compañero Rodrigo, profesor de matemáticas, salió el tema de
los abulenses ilustres y, entre ellos, surgió el nombre de Hermenegildo Martín
Borro, poeta de Cebreros que da nombre al Instituto de la villa abulense. Hasta
ese momento no nada sabía de Martín Borro, pero, como para eso se inventó
Iberlibro, navegué por sus procelosas aguas y encontré una Antología en la
Fundación Gran Duque de Alba de la que os hablaré en su momento y Enamorada cumbre subtitulado Tierras de Ávila y de Gredos y que fue
editado por Alberto Vassallo de Mumbert, un librero y editor muy vinculado a
las tierras de Ávila. El libro tiene poemas que son buenos u otros de circunstancia,
dedicados a próceres que ya han pasado al olvido. Éstos últimos poemas no me
acaban de gustar y me recuerdan a eso poemas en bable que más propios son de
una caseta regional que de un libro. Martín Borro es un buen poeta que conoce
su oficio y que maneja muy bien los metros clásicos, pero, repito, hay demasiados
poemas de circunstancias. Sin embargo, benditas esas circunstancias que hacían
que en una inauguración o en un acto público apareciera un poeta que recitaba
unos versos alusivos al acto,. Y digo que benditos porque a tal punto de cochambre
intelectual hemos descendido que ya ni eso.
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