Resulta
que a Karl Nielsen, que era rubio y noruego, le encargaron que escribiera una
música dedicada a una comisión que llegaba a Copenhage desde las Islas Feroe. A mí, desde pequeño,
cuando me hablaban de las Islas Feroe me recordaba al bacalao que veía en los
puestos de ultramarinos del mercado de Alonso Cano y que, según los carteles,
venía de tan remotos lugares. Pero me voy del tema. Resulta que el bueno de
Nielsen, al que no le gustaba en exceso viajar, no había ido nunca a las Feroe;
pero no se echó para atrás: don Carl decidió titular a su obra “un viaje
imaginario a las Islas Feroe” y en esa obra se puso a describir los paisajes
que no había visto nunca. Lejos de parecerme una farsa o un engaño, me parece
sensacional. A veces se describe mejor lo que no se conoce que lo que vemos
todos los días. Como decían los de mayo del 68, que ya son más que abueletes,
la imaginación al poder.
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