Tengo el
recuerdo de que, cuando mi madre se refería a los Amantes de Teruel, terminaba
siempre diciendo “ tonta ella y tonta él”. el drama romántico de Hartzenbusch, el poeta
hijo de un ebanista alemán y afortunado poseedor de una calle cerca de Santa
Feliciana , de Raimundo Lulio y de la plaza de Olavide, la de los calzados
Cantero, es decir, en pleno barrio de Chamberí en el que mi abuela Patro vivía
en la calle del Castillo, número 8, en aquella terraza desde donde se pasó toda
la guerra escuchando las “pavas” que traían las bombas de los nacionales, es
digno de una lectura atenta y a ello vamos si me perdonáis por el excursus. Es la obra de Hartzenbusch, obra romántica en
la que tal y como dice el anónimo prologuista – se trata de una edición popular
de ediciones Arahal-, encontramos adulterios, moros que salen y entran, amores
desgraciados y un sinfín de temas más que crean un mosaico que encandiló al público
teatral que ya había disfrutado del Hernani de Hugo y del Trovador de García
Gutiérrez, una obra de “mucho lío”, de argumento por veces disparatado, de
acción compleja pero trepidante que no deja respiro al espectador. El poeta, que ya ha venido a este blog por Los polvos de la madre Celestina, -muy
nombrados por mi abuela Patro-, mezcla, por cierto, la prosa con el verso y, por obra y gracia de
su pluma, los enamorados acaban como
acaban los enamorados románticos: de cualquier manera menos yéndose a vivir
juntos a un piso que les ponen los padres. Estamos ante- que don Camilo Castelo
Branco me lo permita-, un “amor de perdición”. Así que nada de parejas de
hecho, ni de desecho, ni desechos de parejas como bien decía mi buen amigo José
María, el sabio del lienzo norte de Ávila. De esta obra tan apasionada, os
regalo estos versos:
Prendarse
de quien le cuadre
no
es lícito a una doncella,
ni
hay más voluntad en ella
que
la que tenga su padre.
A
ver cómo les explico yo estos versos a mis alumnas de 2º de la ESO.
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