Catulo
es, sin lugar a dudas, uno de los mejores poetas de Roma. Este galo que se fue
para la Urbs podía usar un lenguaje elevado y elegante o decir las palabras más
procaces que se puedan hallar en latín. En este poema, el Carmen XXXIX de sus Carmina,
se mete con un compatriota nuestro que era celtíbero y que se lavaba el hombre
los dientes tal y como era costumbre en la Celtiberia. No os hago un spoiler y
mejor os pongo el poema:
Egnatius,
quod candidos habet dentes,
renidet
usque quaque. si ad rei ventum est
subsellium,
cum orator excitat fletum,
renidet
ille; si ad pii rogum fili
lugetur,
orba cum flet unicum mater,
renidet
ille. quicquid est, ubicumquest,
quodcumque
agit, renidet: hunc habet morbum,
neque
elegantem, ut arbitror, neque urbanum.
quare
monendum est <te> mihi, bone Egnati.
si
urbanus esses aut Sabinus aut Tiburs
aut
parcus Umber aut obesus Etruscus
aut
Lanuvinus ater atque dentatus
aut
Transpadanus, ut meos quoque attingam,
aut
quilubet, qui puriter lavit dentes,
tamen
renidere usque quaque te nollem:
nam
risu inepto res ineptior nulla est.
nunc
Celtiber <es>: Celtiberia in terra,
quod
quisque minxit, hoc sibi solet mane
dentem
atque russam defricare gingivam,
ut
quo iste voster expolitior dens est,
hoc
te amplius bibisse praedicet loti.
Vamos
con la traducción:
Egnacio,
porque tiene los dientes blancos,
se
ríe en todas partes. Si ha llegado a un juicio,
cuando
el abogado provoca las lágrimas,
él
se ríe; si junto a la pira de un hijo piadoso
se
llora, cuando la madre desconsolada llora a su único hijo,
el
se ríe. Sea lo que sea, esté donde esté,
y
haga lo que haga, se ríe. Tiene esta enfermedad
que,
a mi parecer, ni es elegante ni es civilizada.
Por lo cual, tengo que darte un consejo, mi
buen Egnacio.
Aunque
fueras de Roma, sabino, tiburtino,
un
pesado Umbro , un obeso etrusco,
un
lanuvio moreno y con buenos dientes
o
un transpadano, - por citar también a mis paisanos-,
o
cualquiera que se lave los dientes con agua limpia,
no
quisiera que te rieras en todas partes
pues
nada hay más estúpido que una risa estúpida.
Pero
resulta que eres celtíbero y en la tierra celtíbera,
es
costumbre lavarse los dientes y las rojas encías
con
lo que cada uno meó por la mañana
de
manera que , cuanto más limpios tengas los dientes,
más
estás pregonando la orina que te has bebido.
El
poema está escrito en coliambos y es uno más de los muchos testimonios de que
en la Celtiberia usaban la orina como colutorio dental. Pero, al menos, se los
lavaban (aunque de forma poco higiénica, la verdad) porque cuando el Imperio se
vino abajo y con él, todas las buenas costumbres romanas, la gente dejó de
cepillarse los dientes. Durante la
Edad Media, nadie se preocupaba de lavarse la boca y no fue hasta el siglo
XVIII, a finales, cuando empezó la gente
noble a preocuparse por sus piños. Todavía habría que pasar el siglo XIX y
llegar a la mitad del XX, en la Segunda Guerra Mundial, cuando los americanos
del Norte les dijeron a sus soldados que
había que lavarse, al menos, dos veces la boca al día. Es más, si ya tenéis algunos
años, recordaréis el inmenso número de dentaduras postizas, puentes, dientes de
oro (como el de Pedro Navaja que alumbraba “toa la avenida”) y una gran
variedad de prótesis para los dientes y
muelas que, sin una limpieza diaria, se perdían, con demasiada frecuencia, incluso
antes de los cuarenta años. Bueno, en algo por lo menos, hemos ido a mejor.
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