AUDE, HOSPES,
CONTEMNERE OPES ET TE QUOQUE DIGNUM
FINGE DEO, REBUSQUE
VENI NON ASPER EGENIS.
Estos versos con los que se abre la
entrada figuran desde hace más de veinte años en la puerta de mi casa
boecillana. Pertenecen a la Eneida de Virgilio y se sitúan en el canto VIII de
la inmortal obra virgiliana. Es el momento cuando Eneas, acompañando al rey
Evandro, al que se había dirigido porque se le había aparecido en sueños el
dios del Tíber y le había dicho que fuera en busca de este rey arcadio, recorre
su reino y contempla el asentamiento de la futura Roma. Evandro lo recibe de
manera hospitalaria y le dice estas bellas palabras que os quiero traducir y
explicar “verso a verso”.
aude,
hospes, contemnere opes.
Con
un imperativo, en 2ª persona del singular, del verbo audere (atreverse), de donde tenemos en castellano “osar” y “osado”,
Evandro le invita a Eneas ( el huésped)
a despreciar las riquezas. Es decir, “atrévete, huésped, a despreciar las
riquezas”. El rey le dice que en su casa
no va encontrar riquezas, pero sí amistad y apoyo, ambas cosas mucho más
valiosas que el dinero. Estos versos definen la virtud romana de la austeridad
o, más en concreto, de la parsimonia
que nada tiene que ver con lo que entendemos nosotros en la primera acepción
del diccionario de la RAE y sí con la segunda pues, para un romano, significa
frugalidad y moderación en los gastos. Esta virtud, junto con el resto de virtutes típicamente romanas, se había comenzado a perder en los tiempos en
que Virgilio escribe su Eneida y fue por esa razón por la que Augusto inició un
“rearme moral” que tenía como fin volver a los tiempos primeros de la República.
Algún día trataremos de las virtutes
romanas porque mucho tienen que ver con las virtudes cristianas.
Seguimos viendo estos versos.
te
quoque dignum finge deo,
Vemos en primer lugar la conjunción
copulativa “et”, nuestra “y” que une los dos imperativos (aude y finge). Diría así
en castellano: “y hazte e a ti mismo también digno de un dios”. Se refiere aquí
Evandro a Hércules que había visitado su reino buscando a Caco, el celebérrimo
ladrón que acabó, por antonomasia dando nombre a los ladrones (cacos) y al que
Hércules derrotó. Caco le había robado las vacas a Gerión en las cercanías de
Cádiz, pero eso es otra historia en la que no podemos entrar. En Tito Livio
está por si le queréis echar un vistazo.
Seguimos. Tenemos ahora estos versos:
rebusque
veni non asper egenis.
El
rebusque es una tentación para cualquier alumno poco ducho en latín para
traducirlo por “rebusque” del verbo rebuscar, pero nada de rebuscar: lo que
tenemos aquí es el dativo plural de res
–rei, palabra de la quinta declinación que significa “cosa”. A este tipo de
palabras con tantas traducciones las llama Theodor Haecker “palabras
cordiales”. Con rebus va concertando,
también en dativo como es lógico, el
adjetivo egenis ( de egenus-a-um) pobre. Estamos ante un tipo
de dativo llamado de dirección como también se aprecia en el ejemplo que ponemos
los profesores de latín en la sintaxis de los casos:
It clamor caelo à Va el griterío al
cielo o para el cielo.
Entonces traducimos “y
ven (entra) en a mis pobres posesiones. ¿Por qué traducimos res por posesiones?
Porque esa es una de sus traducciones. Recordemos que los romanos al estado lo
llamaban res publica, es decir,
“cosa” o “posesión” pública. El estado es lo de todos que se opone a la res privata, a la propiedad particular
o privada. Por tanto, Evandro, por medio
del tercer imperativo (veni, unido a los
anteriores por la conjunción copulativa enclítica –que) le está invitando a Eneas a que entre en sus posesiones. Pero
aún nos queda el non asper. Asper es un adjetivo que significa
“rugoso, áspero” en sus primeras acepciones. De ahí, vemos otros significados
como altivo. Non asper es el complemento
predicativo del sujeto de veni y es
además una lítotes o atenuación, una figura literaria que consiste en afirmar
algo negando lo contrario. Por ejemplo: Juan no es nada tonto. Aquí negamos la
“tontería “de Juan para afirmar su inteligencia. Si volvemos al texto
virgiliano, cuando decimos que alguien tiene que ir “no altivo”, significa que
tiene que venir (o llegar en este caso)” humilde”. Negamos la altivez para
afirmar la humildad. En castellano, podemos conservar la lítotes (entra sin
altivez) o traducir por lo que quiere afirmar: “entra humilde”. Si lo hacemos
de la primera manera, respetamos la
figura literaria de Virgilio; por el contrario, si lo hacemos de la segunda, no
la respetamos.
En fin, perdonad por el rollo
tremebundo. Voy con la traducción más acertada posible:
Atrévete,
huésped, a despreciar las riquezas, hazte digno también
de
un dios y entra sin altivez en mis pobres posesiones.
Como veis, para traducir correctamente
hay que conocer no sólo la gramática, sino también los realia, es decir, la historia, las costumbres, la vida. Por eso,
los traductores automáticos se equivocan porque, como decía Paul Valery, la
sintaxis es una facultad del alma y, como decía el maestro Astrana Marín, con
palabras en las que también menciona el sustento anímico de este barro mortal, “la traducción es un estado del alma”. Amén.
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