Además de la novela que
comentaba en la anterior entrada, me he dedicado a leer algunas otras cosilla
que os refiero: de Foxá, el conde gordo, que fumaba puros y que era de
derechas, me he leído Cui –Ping- Sing,
una bellísima obra teatral a la que los progres de siempre pondrán la pega de
que es una obra para aquellas noches burguesas de collares, chaqués y brindis
con champán porque no tiene más tesis (ni arsis) que el amor en China. Vamos
que el conde hasta practicaba, como los románticos, el escapismo. Pese a la opinión
de los progres (que me importa muy poco), la considero una gran obra, en la que, como
dijo alguien, late la mejor poesía de Foxá.
También me he leído La
sombra de Horacio, una novela del muy recomendado por Jesús Sanz Rioja,
Antonio Prieto y, para qué engañar, me ha parecido la típica novela de profesor
para que se la lean los de Cultura Clásica o los de primero de Bachillerato.
Cumple su función que no es otra que explicar el mundo romano y su historia en
época de Augusto, pero como novela, sin
entrar en el calificativo de histórica porque ya para mí ese adjetivo descalifica
a una novela, (pensemos que Galdós no hizo novela histórica, sino Episodios nacionales) no es de muy largo
vuelo. En fin, un libro es un libro aunque no tenga nada dentro como decía
aquel inglés cuya firma sigue en le cabo Sunion. Algo nos ha proporcionado su lectura
y algún buen ratillo hemos pasado así que no ha sido, ni mucho menos, tiempo
perdido..
Finalmente, aprovechando un viaje a Palencia con Mario, me
he leído ¡Sí! de ese gran poeta que
fue hasta enero de este año, don José María Fernández Nieto. Impresionan los
poemas y, sobre todo, impresiona este sí a la vida que proclama con entusiasmo
un señor de ochenta y siete años. ¡Sí, don José María, claro que SÍ a la vida!
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