He vuelto a leer a Pagnol también en este mes de mayo y
repetiré su lectura en junio y en julio para terminar la tetralogía que este
escritor provenzal le dedicó a ese tiempo mágico de la infancia. Aquí conoce a
su amigo Lili, sus padres y él consiguen acortar el camino que les lleva a su
casa de vacaciones, tienen problemas con los guardias de las fincas, en fin,
unas vacaciones de lo más divertidas que el autor francés recuerda ad senectutis portas. Sin embargo, al
final, Pagnol saca algunos puntos tristes que no voy a comentar para no
desvelar el secreto. Es la vida de adulto, la vida fuera del paraíso de la
infancia. No voy a entrar en ello, pero
os recomiendo esta obrita que, leída en verano, seguro que sienta aún mejor.
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