¡Qué
gozada, Señor, qué gozada estos versos musicales de Salvador Rueda, otro poeta
que para estudiarlo se le pone la etiqueta de pre-modernista! Rueda, malagueño
de Benaque, una aldea de Macharaviaya, escribió mucho, tanto en prosa como en
verso. Rubén Darío, Clarín y Unamuno prologaron sus libros y fue coronado poeta
en La Habana, el 4 de agosto de 1909. Ahora es un olvidado con necesidad
urgente de relectura, pero en su tiempo su fama fue muy grande. Junto con
Manuel Reina, del que haremos en su momento entrada en el blog, fundó el
movimiento llamado Colorismo que influyó
en Villaespesa y, sobre todo, en Juan Ramón Jiménez. Os dejo este soneto magistral
con el que seguro que disfrutarán los amantes de la buena poesía, ese bien tan
escaso últimamente.
Acercad las almas, que ésta es la candela...
Acercad las almas, que ésta es la candela;
acercad las almas, que ésta es la alegría;
son versos que cantan llenos de energía,
y alzan una lumbre que, ondulando, vuela.
Es un bosque que ardiendo que el helor deshiela,
es Dios hecho lenguas, Dios hecho poesía,
este libro es alto temblor de armonía,
fuego melodioso, que abriga y consuela.
El crujiente ritmo dice: «¡Allá van ramas!»,
y la fantasía las convierte en llamas,
como promontorio de dorado velo.
Mientras que, candente, la inexhausta lira
lanza en rubios hace versos a la pira,
y las lenguas de oro suben hasta el cielo.
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