Desde hace muchos años, he sentido una gran devoción
por Yannis Ritsos, ese gran poeta nacido en 1909 en Monemvasiá. Recuerdo
aquella traducción que prologaban Fernández Galiano y Goyita Núñez Esteban,
profesora mía en la Complutense, en los clásicos de Plaza&Janés. La poesía
de Ritsos huele a mar, a monte, a la leche recién ordeñada., a libertad. Sus versos tienen la luz de Grecia y
el silencio milenario de los olivos y por ellos corren caballos de cristal que
retumban en las vacías tinajas. He leído ahora Romiosyne y La Señora de las
Viñas en una excelente traducción de Juan José Tejero que hace una edición
muy cuidada con el texto griego confrontado. Leyendo estos poemas , todos
encontramos el pomo de la casa de nuestros padres mientras ascendemos la escalera
pájaro a pájaro.
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