La
calle de Francisco Bastarreche principiaba en la carretera de Bueu y llegaba
hasta la esquina de General Franco, hoy calle o rúa del Sol, en donde ya pasaba
a denominarse Calvo Sotelo. El la
esquina de Bastarreche con doctor Touriño, estaba la pensión Casa Campos, lugar
mítico de mi infancia con su comedor con ventanas a la calle y con el señor
Campos, sargento de la banda de la Escuela Naval y cocinero, con su camisa
blanca y su bonhomía alegrando ese paraíso que era el Marín en los setenta. Por aquel entonces, no
sabíamos que Bastarreche había nacido en Cádiz y que estaba enterrado en el Panteón de Marinos Ilustres de
San Fernando. Ahora, en esa revisión tendenciosa de la historia que se está
llevando ahora a cabo, su calle parece que quiere ser (o ha sido ya cuando
escribo esta entrada) borrada del callejero marinense. Su pasado de colaborador
con Franco es innegable, pero también fue un marino que procuró el
engrandecimiento de España y de los españoles y, destinado en Cartagena, hizo
mucho bien por esta ciudad. Y un Instituto de Enseñanza Secundaria, que lleva
su nombre, es prueba de que no fue tan terrible como lo pintan ahora los
justicieros que miran sólo con el ojo izquierdo. Digo esto porque una página
sobre la memoria histórica en Cartagena lo pinta como un sádico torturador y
criminal de guerra. No me compete juzgarlo, pero estos señores olvidan que
Bastarreche y Díez de Bulnes trabajó por “reparar” en la Armada la falta de
oficiales que habían sido fusilados y, en muchas ocasiones, tirados vivos aún
al mar, por los “luchadores de la libertad”. Todos tenemos muertos en el
armario. En otro país, sólo por estar en ese Panteón de San Fernando, sería un
héroe y, sin embargo aquí, es un criminal. En España pasa algo raro.
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