Desde pequeño oí el nombre de
Jaime Janer: era la avenida que salía de la alameda del paraíso, allí donde yo
paseaba sin soltarme de la mano de mi abuelo, y se convertía, tras salir de
Marín, en la carretera de Moaña. Ahora, cuando ya soy un hombre maduro que echa
de menos más que nunca la mano de su abuelo, se me han venido a las mientes los
nombres de aquellas calles de Marín. La historias de Jaime Janer es muy interesante
pues nació en los EEUU, más en concreto, en Georgia y, para ser más exactos, en
la ciudad de Savannah en donde su padre era cónsul y en donde se casó con Ana
Robinson, hija de emigrantes irlandeses. Mientras el padre seguía con destinos
en el extranjero, la familia se fue a Madrid en donde Jaime estudió en el
Instituto de San Isidro. Luego , ingresó en la Escuela Naval en 1899. Janer,
que dominaba el inglés y el español, fue un marino culto que tradujo obras de
ingeniería y que inventó un sistema de dirección eléctrico para el tiro porque
hay que tener en cuenta que en los disparos de barco contra barco los objetivos
están en movimiento doble (la dirección del barco más el cabeceo de proa a
popa) y también sufre este doble movimiento la plataforma de tiro del barco
desde donde se dispara. Janer patentó este sistema eléctrico y era tan original
y novedoso que, cuando el presidente francés Poincaré vino a España, le otorgaron
la Legión de Honor al joven oficial de tan sólo veintisiete años. Sin embargo,
la guerra de Marruecos nos arrebató con menos de cuarenta años a tan ilustre
marino. Era el 3 de marzo de 1924 y Janer era el tercer comandante del crucero
Cataluña. Como tal, estaba presidiendo la paga de la marinería cuando una bala
de un buque enemigo lo mató. Dejaba mujer y cuatro hijos. Había publicado once
libros y había fundado la Escuela de Tiro en Marín que más tarde se convertiría
en la nueva Academia Naval.
Pues bien, con tan hermosa e ilustre biografía ( de hecho
Janer reposa en el panteón de marinos ilustres de San Fernando) los chicos del
BNG decidieron quitarle la calle por “franquista” y dársela a mi querida
Rosalía de Castro (miña nai, miña santiña,
como decía Ramón Cabanillas). Ahora, el nuevo ayuntamiento, viendo que el pobre
Janer era, como Peral, un ilustre marino y que el pobre murió doce años antes
del alzamiento, han acordado devolverle
la calle. Poincaré le entregó la Legión de Honor y los españoles le arrebatamos
su calle porque el mero hecho de ser marino o militar ya infunde sospechas en
una izquierda resentida. ¡No tenemos remedio!
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