sábado, 24 de agosto de 2019

BUÇACO Y BOECILLO



Si alguien conoce Buçaco, ese maravilla boscosa y ubérrima en el centro de Portugal, me ahorra contar lo que es imposible porque, como dijo Saramago, Buçaco se pasea, pero no se describe. Sin embargo, sí puedo – y debo, tras publicar en junio Boecillo con el corazón- deciros que Boecillo, nuestro pueblo, y Buçaco tienen un punto de contacto. ¿La vegetación exuberante? ¿El palacio neo-manuelino? ¿El balneario de Luso? ¿Los helechos arbóreos plantados por los carmelitas? ¿Las fuentes que por doquier llenan de frescura tan hermoso lugar y crean esos jardines que son un prodigio en manos de los portugueses? Creo que no va por ahí el punto de contacto entre Boecillo y Buçaco. ¿Dónde está entonces? Pues en un personaje que pasó por Boecillo, se alojó en el colegio de los Escoceses y que fue fundamental para la victoria española en la Guerra de la Independencia, ésa  a la que nuestros hermanos portugueses llaman Guerra Peninsular. Creo que ya sabéis que me estoy refiriendo a Wellington que participó en la batalla que lleva el nombre del parque nacional portugués y de cuyo paso guardan nuestros hermanos peninsulares un olivo en donde el duque ató su cabalgadura. No me interesa si es o no es verdad, pero me gusta ese celo por conservar lo histórico. Y puestos en materia, ¿por qué no nos buscamos un arbolillo de los pocos que van quedando en nuestro pueblo y decimos que ahí ató su caballo Wellington? Para la reconstrucción histórica vendría que ni pintado.

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