sábado, 5 de septiembre de 2020

BÉLA HAMVAS Y LA FILOSOFÍA DEL VINO

 


Hay libros que andan por casa y que no se sabe muy bien por qué han llegado a los estantes. Quizás un deseo repentino al verlos en las librerías; quizás una pulsión mercantil o un deseo compulsivo que te lleva a llenar el corazón de libros que de forma apotropaica te libren de la muerte. Lo cierto – y sin entrar en más detalles-, es que La filosofía del vino del húngaro Béla Hamvas estaba ahí llamándome a gritos para que la leyera. Y, al leerlo, la sorpresa ha sido mayúscula porque en ese pequeño libro de menos de cien páginas se esconde toda una filosofía vitalista y hedonista. Es el triunfo de Baco sobre Apolo, de la φύσις  sobre el λόγος; es el triunfo de lo políticamente incorrecto sobre lo correcto. El libro es una fiesta báquica en la que corre el vino y el placer.  Nada de lo políticamente correcto tiene aquí cabida: en la vida, un buen vino, una buena comida y un buen cigarro a ser posible egipcio o de los Balcanes, como aquellos que se fumaba en Roma nuestro rey Alfonso XIII porque ya se sabe que los exilios, con buen tabaco, son más llevaderos. Y hay que elegir bien el vino porque los vinos tienen su personalidad y no es lo mismo un vino blanco o dulce, que tira a femenino, que un vino tinto o seco, que tira hacia lo masculino; no es lo mismo un vino de llano, que un vino de montaña o un vino de ladera; no es lo mismo tomarse un vino debajo de la parra o tomarlo en la bodega. Leyendo a Hamvas te das cuenta de que recoge aquello que los viejos de los pueblos vinateros sabían: por ejemplo, que un vino, tal y como he dicho antes,  no es lo mismo bebido en la bodega entre camaradas, bromas y cantes que bebido en casa bajo la atenta mirada de tu santa esposa y de tus sufridos hijos;  que hay vinos tan delicados como una señorita de Budapest o de Valladolid ( me refiero al Valladolid de la obra teatral de Joaquín Calvo Sotelo, no a una “señorita” hasta el trasero de ginebra en el botellón de Las Moreras o en el día infausto de las peñas) y vinos con los que disfrutan los campesinos del Danubio; que los vinos ganan o pierden grados viajando hacia el norte o hacia el sur y, sobre todo, que no puede haber una comida sin un buen vino ni un buen vino sin una buena comida. Hamvas, divide los países en  los países se dividen en dos tipos: los países del vino y los países del aguardiente; España, Italia o Francia o su Hungría natal frente  los países del norte en donde son más aficionados a los aguardientes y a las bebidas espirituosas. Esos países que no beben vino no son de fiar y, sin embargo, los países que sí bebemos vinos somos gente amable, simpática, con ganas de vivir. Sería interesante que los representantes de Bélgica o de los Países Bajos en la Unión Europea leyeran a Hamvas porque, quizás, cambiarían su negativa opinión sobre nosotros. Béla Hamvas es un vividor /bebedor al que los médicos le pondrán muchas pegas pero que al resto de los mortales nos parece fantástico. Este,   meine Freunde,  es un libro para beber y para apurar como en el coro de Marina de Arrieta. Acordaos de aquello que les decía Churchill a los soldados ingleses: “No luchamos por Francia, luchamos por sus vinos”. Pues eso.

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